lunes, 11 de enero de 2016

Indivisa Manent, la encarnación del verbo juvenil


Quienes han pasado por el festival intercolegial de teatro que organiza el colegio La Salle de La Paz, sea como espectadores, jurado o participantes, seguramente entienden qué representa encarnar un verbo en tiempo juvenil. Tal experiencia no se puede transmitir con palabras; hay que estar allí, en el lugar de la representación, en directo, conjugando también, en gerundio. Lo bueno es que oportunidad hacia adelante, hay. Y está el Hno. Pedro para mantener el verbo vivo.

 Obra,Yerma, del colegio San Calixto. 2014.
Mabel Franco, periodista

Recetas para formar seres humanos dispuestos a construir una sociedad mejor no parece que existan. Pero espacios que dan esa oportunidad, sí, y uno de ellos es el teatro. Como ningún otro arte, éste basa su sentido en un verbo clave para tal objetivo: encarnar. Quien hace teatro encarna ideas, sueños, vida: algo de la propia, claro, y muchas ajenas; mira y siente el mundo con un detenimiento y una sensibilidad que quizás no se permitiría de otra manera; piensa en el pasado, el presente y el futuro y, en un esfuerzo que es a la vez arte y comunicación, construye un puente para llegar al otro, al espectador.
Que un espacio así se abra para estudiantes de colegio, para adolescentes que están mirando el mundo con ilusiones, entusiasmo y energía quizás irrepetibles, es una excelente idea. En ese objetivo se ubica el Festival intercolegial “Indivisa Manent”. Tal su valor, su estratégica importancia, su apuesta por el arte como herramienta pedagógica y expresiva.
¿Qué se ha hecho evidente en el “Indivisa Manen” gracias a su continuidad? De manera general, el entusiasmo de maestros y estudiantes para trabajar por un mismo objetivo. De manera particular, el compromiso de ciertos maestros para perseverar en ese trabajo, a veces incluso sin el respaldo pleno del establecimiento. No vale la pena dar nombres; basta con revisar los programas para constatar la repetición de algunos de ellos, prueba de un compromiso no de una obligación pasajera. Por supuesto, el del Hno. Pedro Jiménez es un nombre insoslayable en este sentido: es el creador del festival y quien lo sostiene porque cree en los jóvenes y cree en el poder del teatro para ayudarlos a pensarse, a descubrirse y no sólo como artistas, que hay muchos que han tomado ese camino anidados por el Indivisa Manent, sino como seres humanos con ideas propias.

Obra Oniria del colegio Alemán, 2016. Foto, Mabel Franco.

Otra constatación tiene que ver con el proceso de preparación de una obra. Hay maestros o maestras que se entusiasman con el proyecto, que eligen la obra y apelan a los alumnos para “hacerlos actuar”. Dos resultados se han visto en el festival: chicos y chicas reproduciendo “clásicos” internacionales o nacionales sin sentirlos en verdad, repitiendo textos que no los representan, que no los interpelan; o chicas y chicos haciendo eso mismo con textos armados por el docente con un tono moralista y didáctico. Son experiencias poco encarnables, que se viven casi como una carga o, en el mejor de los casos, como un pasatiempo sin consecuencias.
En contraparte, hay establecimientos en los que el teatro es entendido como una oportunidad para crear en conjunto: que los adolescentes asuman sus roles, que busquen por ellos mismos los temas y las formas de representarlos; que experimenten y encuentren. A veces, un texto preexistente ha sido traído a sus vidas motivándoles a darle nuevos sentidos, sentidos propios más allá de lo que habrá pensado el autor, a veces el grupo ha creado la obra de manera colectiva y entonces no hay más que decir acerca de la encarnación.
El jurado, porque el “Indivisa Manent” es un concurso, una competencia, muchas veces ha fallado en favor del segundo tipo de obras. ¡Bravo! Otras veces, pocas por suerte, ha errado y se ha dejado seducir por la copia bien hecha del teatro costumbrista, por ejemplo. ¡Mal! Los organizadores del colegio La Salle, con el Hno. Pedro siempre presente, jamás han intervenido para influir de ninguna manera, prueba de su generosidad, de su confianza en la mirada del otro que, eso sí, han ido educando con el propio festival: renovando a los miembros del jurado, pero convocando asimismo a ciertas personas más de una vez, de manera que puedan aprender de tanto mirar y remirar el teatro estudiantil.
Urge la sistematización de cuanto se ha vivido en el festival, de manera que nuevas generaciones de docentes y de estudiantes conozcan esta historia. Que la conozcan también los periodistas culturales, ajenos de todas maneras a vivencias así de intensas. Que la aprecie el público en general, a ver si así aprende a valorar a los “menores” de una sociedad que tiende a ningunearlos, a dejarlos en la congeladora mientras se espera que “maduren”.

Obra Los bolsillos de la igualdad, colegio Hugo Dávila. 2015. Foto, Mabel Franco.


El festival, si es seguido con atención, con la misma persistencia con la que el Hno. Pedro lo organiza año tras año, seguramente que va ayudar a echar por tierra muchos prejuicios acerca de la educación, de la juventud, de la cultura, del arte, del teatro, de la vida misma. No es una exageración, aunque para verificarlo hace falta atraer a los espectadores, asegurarse de que se hable del encuentro por todos los medios posibles, que los estudiantes de otros colegios vean las obras, que hablen de ellas en el aula, que las critiquen y que de paso vayan  convenciéndose de la necesidad de exponerse al arte.
Por ahora, esto último tan deseable no sucede. Es cierto que muchos de los adolescentes que pasaron por este escenario son quienes, ya adultos, dan vida a la actividad teatral y cinematográfica del país. La lista de nombres crece. Pero es el espectador el que todavía no se beneficia de un espacio tan intenso. ¿Por qué? Una de las razones es la difusión que, hacia adelante, debe ser más agresiva. Es mucha energía la que se desperdicia cuando no todas las butacas se llenan.
Quienes han pasado por el festival, sea como espectadores, como jurado o como participantes, seguramente entiendan qué representa encarnar un verbo en tiempo juvenil. Lo triste es que tal experiencia no se puede transmitir con palabras. Hay que estar allí, en el lugar de la representación, en directo, conjugando también, en gerundio. Lo bueno es que oportunidad hacia adelante, hay. Y está el Hno. Pedro para mantener el verbo vivo.

El Hno. Pedro Jiménez junto a Erika Bruzonic. Tota Arce, Mabel Franco y Zenobia Azogue, jurado del Indivisa Manent en los años 90. En otros años fueron jurado, por ejemplo, Agar Delós, Maritza Wilde, Lucy Tapia, etc.

Nota: El Hno. Pedro Jiménez falleció en junio de 2022. Estaba en plena organización del festival que está por celebrar 30 años de existencia. 


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