martes, 11 de abril de 2023

Ustedes, los del teatro

El presente texto fue incluido como presentación del libro "Nosotros, los del teatro", de Andrés Canedo, que fue publicado en Santa Cruz en agosto de 2021.

Foto: Inmediaciones.org


Mabel Franco Ortega, periodista

El presente es fugaz; se esfuma. Como la felicidad, no debería medirse en horizontal, sino en vertical, sabiendo que lo que importa no es cuánto dura sino cuán intenso es. El ejemplo de que éste podría ser el camino para hacer del presente algo eterno lo ofrece la memoria intensa de un hombre, Andrés Canedo, que no podía ser sino un teatrista, es decir un alguien que ha aprendido a lidiar con la fugacidad de un arte que es precisamente el momento y nada más, pero nada menos.

Andrés Canedo recuerda y todo cuanto ingresa en ese recuento de su memoria íntima se hace presente a través de la palabra escrita. Por una parte, lo recordado revive para quienes están implicados; pero por otra parte, la más importante y la que permite al libro trascender lo anecdótico, ese ejercicio de memoria otorga al lector de hoy y de mañana la oportunidad de sentir el latido vital de un conjunto de seres humanos que pensaron y respiraron teatro en esta geografía llamada Bolivia.

El poder evocador de la palabra del autor de “Nosotros los del teatro” es innegable. Tanto, que uno cree estar asistiendo a la entrevista en la que la directora Rose Marie Canedo explica al entrevistador Pedro Susz: “Hacer teatro en Bolivia equivale a emprender un viaje hacia lo desconocido”.

Caprichosos como son los recuerdos de cada quien, los de Andrés Canedo no responden a un orden cronológico. Las personas, los eventos, van desfilando libres y se van encadenando o no. Asoman así Líber Forti con su gusto por el pan, Norma Merlo bailando el vals en el escenario de “La cantante calva”, Pepe Ballón sirviendo una modesta mesa en Caracas para recibir a compatriotas teatristas, Matías Marchiori discutiendo intensamente sobre la obra que van a llevar a escena, Guido Calabi con uno de sus trajes de color amarillo… Presente, puro presente.

Hay mucho más sobre personas –actores, actrices, directores, dramaturgos, gestores- y sobre obras teatrales y sus circunstancias. El lector irá descubriéndolo a través del prisma de afectos del autor que así se desnuda a sí mismo. Y, como consecuencia deseable, habrá quienes tomen esos recuerdos como incentivos para saber más, para buscar y encontrar las pistas que expliquen lo que pasa hoy en las artes escénicas en Bolivia. Nada surge de la nada y, este libro lo afirma, se reflexionó bastante y se hizo mucho desde el lugar y momento que le tocó a cada quien como para que tanta vida se eche al olvido.

Ustedes, los del teatro, tienen un futuro porque hay un pasado que se hace presente, para el caso desde la intimidad de quien rememora, herramienta tan valiosa como la del dato histórico preciso, la estadística, la biografía objetiva.

miércoles, 5 de abril de 2023

Campo Lindo



En la zona paceña de Callapa se levanta una granja cultural que manejan Los Cirujas: Adalía Auzza y Rodrigo Mendoza. El arte teatral comulga allí con la vida.



Niño visitante de Campo Lindo juega con los perros protegidos en el lugar. 

Mabel Franco, periodista

En la ciudad francesa de Avignon, donde se celebra anualmente uno de los festivales de teatro más importantes del mundo, estructuras construidas por la iglesia católica y que se fueron quedando vacías por el alejamiento de fieles --crisis de fe-- han sido adaptadas como escenarios para el arte. Desde el magnífico Palacio de los Papas hasta pequeños templos son, tecnología de por medio, espacios equipados para responder a las necesidades de los artistas.

Una de esas estructuras, que cuando la conocí durante uno de los festivales era administrada por teatristas de la sociedad civil, había conservado el nombre de Capilla del Verbo Encarnado. Así la bautizó la congregación religiosa homónima, fundada hace más de 150 años con la premisa de que “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”.

No se me ocurre mejor figura para explicar lo que busca hacer el teatro: encarnar, dar vida a la palabra, al verbo. Y más aun: buscar la comunión entre seres humanos, permitir la trascendencia, acercarse a dimensiones que la cotidianidad esconde. Si eso no tiene un sentido espiritual, qué lo tiene. No digo religión, porque lejos está el arte de formar ejércitos sin capacidad para poner lo encarnado en crisis y ésta es la diferencia más importante.

No sé si algún día catedrales y templos de Bolivia puedan convertirse en espacios culturales. Lo que ocurre por ahora es lo contrario: hace tiempo que salas de cine se han tornado templos de militancia cristiana. Pero, y de esto trata la buena nueva, hay otros espacios donde lo espiritual se expresa y uno de ellos, quizás el más importante de todos, se llama Campo Lindo.

En la zona paceña de Callapa, a donde avanza la urbe borrando lo rural, sin planificación y por tanto exponiendo a los habitantes a desastres como los deslizamientos, se construye a diario una comunidad en la que la vida cotidiana y el arte comulgan y en la que el ser humano no está por encima de otros seres vivos.

Adalía Auzza y Rodrigo Mendoza --Los Cirujas, su nombre teatral-- son los gestores de Campo Lindo. Con sus manos han erigido, junto a albañiles, la casa que aprovecha material reciclado y que ocupa menos metros respecto del jardín y la chacra.

En el segundo piso de la casa se abre la sala teatral y para llegar a ella hay que recorrer living y comedor donde los muebles tienen nombre. Ese sofá es un Norma Merlo, ese estante es un Morayma Ibáñez... Los amigos están allí, plasmados en el mobiliario donado.

En ese espacio --donde también trabajan teatristas como Willy Vásquez y Edith Negrón-- se encarnan muchos verbos de vida: reciclar, sembrar la tierra, reaprovechar los desechos orgánicos, usar el agua de manera racional, hacer teatro. Hacer teatro, hay que destacarlo, especialmente para la niñez, un público que en Campo Lindo puede también cosechar habas o regar la siembra de papas.

En Campo Lindo se profesa el amor. Un amor que se expresa en el cuidado de la salud de uno de sus compañeros de labor, enfermo de cáncer, que va incluso más allá de lo que se espera de un amigo. Un amor que acoge a especies diversas de animales abandonados por otros: perros, gatos, burro. Hay gallos, gallinas y conejos que no son para comer. Hay sapos y ranas para los cuales se ha habilitado un estanque... Hay vida.

Las obras creadas por Los Cirujas ya hablaban, antes de Campo Lindo, de ese amor y responsabilidad: el cuidado de los recursos naturales, los conocimientos de pueblos antiguos habitantes de esta Bolivia, de esta Latinoamérica, que habría que conocer para actuar hoy, etc.

Los artistas de Campo Lindo tienen claro que son parte de un entorno, que tienen vecinos cercanos y lejanos con los cuales tienen que avanzar en esa construcción de una vida mejor para todos, no sólo para las personas. Para eso viven como viven y hacen teatro.

La realidad es, sin embargo, dura: si ellos reciclan, los vecinos contaminan. Si ellos adoptan animales, los vecinos los abandonan. Si ellos aman, los vecinos matan. La víctima más reciente ha sido Osa, una hermosa perra de Campo Lindo a la que alguien ha herido sin motivo y sin remedio.

Hay mucho por hacer y no parece justo que Los Cirujas lo tengan que hacer solos. Si hubiera un diezmo justo, yo lo pagaría a estos actores que encarnan, pese a todos los obstáculos, el verbo ser en positivo, con esperanza, con fe.