viernes, 30 de diciembre de 2016

En la piel de Violeta

Francisca Gavilán, la actriz de Violeta se fue a los cielos, película de Andrés Wood, estuvo en La Paz en 2011. La Cinemateca Boliviana exhibió el film en una única función. De ese tiempo data la entrevista que originalmente fue publicada en la revista Escape de La Razón. 


Francisca Gavilán como Violeta Parra.

Mabel Franco, periodista

A la Violeta le gustaba hacerse la muerta. En su cama, por la mañana, o cuando rendida por el cansancio o la impotencia se dejaba caer al suelo. Entonces fingía, ante quien intentase reanimarla, que no estaba más entre los vivos. Su hijo Ángel, una de las víctimas de ese humor negro que no movía a risa a nadie sino a la bromista, recuerda tal faceta de la artista chilena, de célebre apellido Parra, en el libro "Violeta se fue a los cielos". Esa biografía con mucho de verdad y no poco de imaginación, como son los recuerdos de cada quien, sobre todo cuando se trata de revivir los años de la niñez, le dio al cineasta Andrés Wood la base, el esqueleto, para la película que soñaba con realizar acerca de la múltiple creadora latinoamericana.

Como un regalo por el 18 de septiembre, fiesta patria de los chilenos, el Consulado en Bolivia consiguió que la novísima película se mostrase en la Cinemateca de La Paz. La única función, en tanto no se consigan los derechos para la difusión comercial (NdA: no se logró la difusión comercial en Bolivia), ha despertado tal entusiasmo en quienes la vieron, que la pregunta insistente en el cóctel posterior fue por el cuándo se podría verla de nuevo: para recomendarla a un amigo, a un pariente... Lo típico cuando se acerca uno a algo tan bueno que se hace necesario, urgente, compartirlo.

La deuda con la Peña Naira
El regalo incluyó la presencia de la actriz que encarna a Violeta Parra, Francisca Gavilán, que se moría por ir a la Peña Naira, aunque sea un ratito y pese al paro cívico paceño del viernes 16. A ver si así se saldaba también la quizás única deuda de "Violeta se fue a los cielos": que no se hubiese logrado filmar la doble visita de Parra, en el año 1966, a la ciudad de La Paz. Grande deuda, en todo caso, pues fue en Naira donde la apasionada mujer luchó por reconquistar el amor de su vida, el suizo Gilvert Favre; donde compuso el himno "Gracias a la vida" y de donde se marchó con una pistola adquirida en la cárcel de San Pedro y la depresión que, profundizada por varios otros motivos, la llevaría al suicidio.

"Cada vez que veo la película, no me veo a mí actuando: veo a la Violeta", dice Gavilán con su voz y sus maneras suaves, Y uno le cree, pues, a menos en principio, parecen más las diferencias entre esta joven actriz y el personaje explosivo que encarna. Físicas, por ejemplo, al grado de que Ángel Parra le habría recomendado subir de peso, "mi madre no era una flacucha", y ella lo hizo: cinco kilos "que los perdí pronto, en el rodaje, tal fue la intensidad del trabajo y algunas escenas tremendas, trágicas".

Cantar, Gavilán ya cantaba, incluso rock a sus 20 años. Pero esa vez, para ser Violeta, tuvo que hacerlo con guitarra en mano, con charango y hasta con un cuatro venezolano.

La película la ha marcado, pues. Fue tan intensa la experiencia, que se enfermó varias veces durante el rodaje. Y al cabo, un cáncer de tiroides la aquejó y obligó al director Wood a organizar un sesión privada, de urgencia, para ella y su esposo, contra todos los planes de sorprenderla sólo en el estreno oficial. "Ven a verla, te vas a mejorar", le habría dicho la batuta de "Machuca" (film de 2004), y así fue. "Esa función resultó impactante. Me sentía preparada para verla. Pasaba miedo por mi enfermedad y fue reconfortante. Desde entonces, cada vez que la veo me encuentro con cosas nuevas, me emociono con otras que hasta ese momento no me habían dicho mucho".

Respirando a Violeta
Como chilenos, dice Gavilán, desde que se nace se respira a Violeta y "curiosamente, me doy cuenta de que la conocemos muy poco en verdad. Yo prácticamente no sabía nada de ella". El descubrimiento que facilita el film, y en especial para la actriz todo cuanto ha debido leer y aprender, le permiten soprnderse "ante una mujer libre, de avanzada en su tiempo y de avanzada si viviera ahora: se enfrentì contra todo, se casó un par de veces, crió sola sus hijos, los dejó también solos cuando sintió que era necesario viajar fuera de Chile con su música".

En ese sentido, un escena que hay que entender, aquilatar, es aquella en la que Ángel Parra niño debe hacerse cargo de la muerte de Rosita, su hermana menor, una bebé dejada a su cuidado en tanto la artista cumple compromisos en países socialistas. La madre recibirá dolida la noticia; pero no volverá al hogar de inmediato, sino que aún permanecerá dos años en París... por la música.

"Sí, Violeta era una mujer intensa, que vivía cada día. Era también muy trabajador y había asumido la misión de rescatar el folklore más puro de Chile, para lo cual recorrió el país caminando. Ella sentía que cada vez que una viejita del campo se moría, se perdían los cantos si no quedaba quién los heredase. Por eso buscó, con grabadora y libreta en mano, y puso a buen recaudo las décimas, los cantos a lo divino, las cuecas bravas, las cuecas choras".

Los genios suelen ser así, sentencia la actriz: apasionados, intensos para lo bueno y lo malo. "Violeta, según recuerda su hijo, tenía un humor exquisito. Podía ser sarcástica, agria, pero asimismo capaz de animar la fiesta en la que todos terminaban bailando, y de pronto sumirse en el hoyo más profundo".
La pasión de su carácter, evidente en cuanto a la música, como se ha dicho, tiñó su amor por "el chinito", como ella llamaba a Favre, el vientista a quien quiso aferrarse sabiendo que él era 18 años menor en edad. De hecho, al dejar a Parra, el músico --que se integraría al grupo boliviano Los Jairas-- se casó con la joven boliviana Indiana Reque Terán en aquella Peña Naira de la calle Sagárnaga, donde Violeta compartió sus probablemente últimos días de felicidad en el cuartito en el que vivía el para entonces bautizado "gringo bandolero". Fue aquel un doble matrimonio: Gilbert e Indiana, Alfredo Domínguez y Gladys Terán.

No tan distinta después de todo 
La garra de Violeta Parra en la pantalla no es sólo de ella. "Hartas cosas de las que se siente en el film son mías, después de todo soy quien las encarna", dice Gavilán. "En la vida diaria, en mi profesión, me enfrento con todo: tomo a un personaje, por ejemplo, y no lo dejo hasta que he terminado".

Francisca Gavilán es actriz profesional. El teatro y la televisión  han sido sus escenarios y, aunque poco, también el cine. Es la coprotagonista de "Ulises", ópera prima de Óscar Godoy que acaba de proyectarse en San Sebastíán, y antes, el año en 2000, hizo "Monos con navaja" de Stanley Conczansky.
Gavilán no era alguien conocida por el director de "Violeta se fue a los cielos"; pero esto no iba a detener a la actriz que "sabía que tenía que ser yo". Como señal de que era inevitable que así fuese, ella reparó en varios hechos: "Desde que me enteré que harían la película, comencé a toparme con los Para por todo lado: subía a un taxi y estaba sonando Violeta; entraba a un negocio y era Javiera Parra quien cantaba". Destino.

Como actriz --"me he dado cuenta más aclaramente ahora"--, Francisca Gavilán se define como aquellas que no marcan distancia "para nada" con el personaje. "Por el contrario, me meto con todo en él".
Para ser Violeta hubo 10 meses de preparación. "Mi cama fue el campo de operaciones: allí tenía los textos, la guitarra, los materiales para bordar y pintar -que aprendí también, pues Parra fue una artista en estas materias y llegó a exponer en el Louvre". Así "la fui construyendo: una vez a la semana nos reuníamos con Andrés para conversar de Violeta, de mí, de él, viendo hacia dónde ir. Yo, eso sí, no soy de las que ensaya; no, lo tengo todo en mi cabeza, en mi cuerpo, y todo sale en el momento de filmar. Por suerte, el director es un hombre intuitivo, capaz de dejarte hacer en libertad. Y yo no soy de las que cuestiona el porqué estamos haciendo esto así o asá".

La actriz chilena en las puertas de la Cinemateca Boliviana. Foto: Eduardo Schwartzberg.

Somatizar para entender
Violeta se disparó en la boca luego de mandar a su hija Isabel a recoger unas plantas. Quiso quedarse totalmente sola en la Carpa de la Reina, su obra que otrora se llenaba de público deseoso de escucharla (los Jairas también actuaron allá) y que ese febrero de 1967 lucía abandonada.

"Ella se hallaba muy, muy triste. Sufría por el abandono de Favre, ciertamente, pero también se sentía mal pagada en su tierra. En Chile fuimos muy mezquinos con ella; aún ahora lo somos pues reconocemos muy poco su trabajo. Y mientras fuera del país se la aplaudia, ella sentía como una puñalada en la espalda el verse pobre, con su carpa que levantó a pulso olvidada".· Por eso, a los 49 años, se dejó vencer por la tristeza.

Francisca Gavilán vivió tal tristeza, la entendió desde adentro; "ya dije que me enfermé, pero ahora, tras el estreno, todo ha sido un regalo, puro goce, gente emocionada, agradecida, como aquí, en la Cinemateca Boliviana, donde me dijeron puras cosas lindas". Y no es que en Chile haya estado ausente el debate, pues entre los Parra hay reacciones divididas:" a unos no les gustó tanto ver ese retrato de una familiar suya, pero para eso se hacen las películas, para debatir".