lunes, 19 de julio de 2021

"En Bolivia, cada uno está aferrado a su bacín"

"Bolivia es un país bastante rígido, pese a ser variopinto y de sociedades, etnias y grupos diversos"... "Estamos enclaustrados y a esto habría que buscarle salida creativa y dejar de lloriquear ante la OEA"... "El arte es incapaz de influir en la sociedad... pero podría motivar la creatividad… si no lo hace es porque ha sido relegado al gusto de viejas pudientes que no tienen nada mejor que hacer…". Roberto Valcárcel 



Mabel Franco, periodista 

Hagan una lista de 10 consecuencias positivas de ser creativo, pide Roberto Valcárcel y el grupo de alumnos -una veintena de personas, la mayoría muy jóvenes- se esmera en cumplir. El maestro organiza las respuestas y hace notar que, además de las consecuencias relacionadas con la autoestima, la trascendencia, etc., hay que apuntar la posibilidad de hacer dinero, de ser independiente y de mejorar la calidad de vida. Es decir, creatividad sí en sentido poetico, pero también muy práctico. 

P. La creatividad, ¿se enseña? 
R. Es igual que en atletismo: se puede enseñar las reglas, disciplina, entrenar; pero en última instancia, que seas atleta, y además bueno, no es tema de enseñanza sino de rendimiento personal. En materia de creatividad, más que de enseñar yo hablo de motivar. Creo que si una persona comienza a actuar creativamente, no necesita de ayuda. El tema es cómo hacer que la agente comience a ser creativa. Por eso, el elemento motivador es el que me interesa más. 

P. Según su experiencia, ¿cuántas capas hay que destapar para hallar la parte creativa en una persona? 
R. A eso que llamas capas yo agresivamente les digo impedimentos o trabas y creo que dependen en gran medida de la historia personal de los individuos. Tales impedimentos pueden ser la rutina que no deja cabida a la innovación; el miedo a la desaprobación social que inhibe el cambio, ya que se depende demasiado de las opiniones ajenas, la percepción de la autoridad que se traduce en componendas entre súbditos y autoridades para echarse mutuamente la culpa de la falta de creatividad. Y está el sistema mismo que es no creativo (familia, escuela, etc.). 


P. ¿Se anima a decir, a riesgo de generalizar, cuán creativos son los bolivianos? 
R. Por muchas razones, entre ellas factores de tipo histórico, de causalidades que están fuera de nuestro control, me atrevo a decir que Bolivia es un país bastante rígido, pese a ser variopinto y de sociedades, etnias y grupos diversos. Cada loco con su tema, pero cada quien con la rigidez del caso. Entre los muy diversos grupos y sociedades y estratos del país, no encuentro un sector que se precie de ser libre en el sentido de “busquemos alternativas” y de “encontremos la novedad y lo otro”, y de “vayámonos hacia lo desconocido para desarrollarnos”. Todos están agarrados a su bacín. Cada uno está agarradísimo a su lugarcito, pretendiendo que todo el mundo acepte su doctrina.

P. ¿Algunas de las causas? 
R. Está la situación geográfica del país, pero en el hecho de no asumirla. Estamos enclaustrados y a esto habría que buscarle salida y dejar de lloriquear ante la OEA. Otro factor que encuentro es la falta de inmigraciones de otro tipo hacia el país. Argentina tuvo a los italianos, Panamá a gente de la India, Perú a los chinos, Brasil a los japoneses, lo que ha exigido flexibilidad, lo que ha implicado alternativas y ejemplos de otredad. Aquí no hay. También pesa, claro, la triste historia militarista y de conquista que ha dejado una huella profunda de autoritarismo. Una prueba indirecta de esta tesis es la gran cantidad de problemas milenarios que tiene Bolivia y que no se resuelven, sumándose para peor yapas de todo tipo. Si hubiese creatividad ya se hubiesen solucionado muchos de estos viejos problemas. 

P. Uno dice arte y ya piensa en creatividad. ¿Es tan así? 
R. Veo que el arte lamentablemente es incapaz de influir en la sociedad. En el mejor de los casos llega a acompañar fenómenos o expresar cosas que ya estaban ahí (el muralismo mexicano, por ejemplo). Que sea un motor para iniciar algo lo veo difícil. En un sentido marxista (uso a Marx cuando me conviene, no porque sea un convencido), el arte es superestructura, es una consecuencia de las relaciones de producción, de manera que difícilmente va a cambiar los elementos de la estructura, aunque puede ser un motivador. Si no lo es, es porque históricamente ha sido desvirtuado, relegado a labores de decoración, de panfleto, de gusto de viejas pudientes que no tienen nada mejor que hacer… 

P. ¿Y de viejos, no? 
R. Lo que pasa es que las señoras son más longevas. Los viejos duran poco, así que ellas quedan para ir a las galerías. Completando la respuesta: el arte se ha cargado de muchos prejuicios y tiene poca predominancia en la cultura. 

P. ¿Y eso es esencial al arte o es parte de la coyuntura? 
R. Según el marxismo, sí es esencial… Hay otros puntos de vista, claro, y se suele apuntar al Renacimiento, cuando el arte fue importante porque el poder se dio cuenta de su capacidad seductora para emprender transformaciones de conciencia y de percepción de la realidad. Algo así se hizo durante la Colonia con el arte como catecismo de los analfabetos. Hoy esa función la cumplen los medios como la Tv y los juegos alienantes y masificantes.

P. El arte podría aprovechar la situación. 
R. Sí, pero sólo ha perdido fuerza y se limita a círculos de entendidos, informados, iniciados. El tema no es para ir a la OEA a que nos devuelvan nuestro arte, sino repensar: aquí, ahora y a partir de esto: ¿a dónde vamos?, ¿cómo mejoramos la calidad de vida entre todos? 

Entrevista publicada en el suplemento Tendencias del diario La Razón.