lunes, 10 de mayo de 2021

Morayma Ibáñez , la pasión en la escena

 

Morayma Ibáñez como Juana Sánchez. Archivo de la actriz.


Mabel Franco, periodista

Era la última de la fila. Con sus ocho años y un tutú resaltando sus largas piernas, asomaba apenas en el grupo que ponía en escena La danza de las flores, de Tchaikowski. La maestra Ileana Leonidoff la había aceptado y la haría participar en Cascanueces, El bacanal y otras obras en las que Morayma desaparecía más que aparecer.

Su mamá Alicia Von Borries estaba orgullosa de su pequeña. Ella sí sería artista, papel que había soñado para sí desde que en el colegio ganara el papel de Simón Bolívar. El problema era que el papá de Morayma no quería oír hablar de bailes ni de actrices.

Del ballet, Morayma pasó a las danzas folklóricas. Así las sorprendió, a la niña y a la madre, el abogado José Ibáñez Estrada. Se temía una tormenta; pero al aymarista y conocedor de las danzas nacionales no sólo autorizó a su primogénita, sino que se le unió con tanto o mayor entusiasmo que doña Alicia.

Con los años. del baile, Morayma Ibáñez daría el salto al teatro, se uniría a Nuevos Horizontes de Liber Forti, sería alumna de Grotovski en Nancy (Francia), daría de qué hablar con sus interpretaciones enérgicas en la escena nacional para, finalmente, sin dejar la actuación, dedicarse a los niños como titiritera.

Fantasía boliviana

En los años 50, con el señor Ibáñez en la producción y la adolescente Morayma como primera bailarina –elegida como tal por el coreógrafo Jorge Vargas --, las revistas folklóricas marcan historia. Fantasía boliviana llena el Teatro Municipal Alberto Saavedra Pérez noche tras noche. El éxito obliga al grupo a iniciar una gira por América: países vecinos, México, Estados Unidos reciben al elenco. Quien se alegra y sufre a la vez es la señora Alicia al ver que la pasión se desborda y lleva al esposo a hipotecar la casa, todo en aras del arte.

Policromías del Ande, Mayasa… las revistas se suceden, tanto como los aplausos.

Morayma tiene 17 años, está en el colegio; pero es una artista que baila de noche y por la mañana dormita escondida en el pupitre. En esta “doble vida” es que se contacta con gente del teatro que la lleva a presenciar un ensayo de Nuevos Horizontes.

“Llego al teatro, me siento atrás y adelante veo a dos jóvenes, guapos por cierto, mirando a los actores. En mi ingenuidad y creyendo que estoy con mi elenco, pido que se retire algo porque se ve feo. Los jóvenes se dan la vuelta y me miran. “¿Haces teatro?”, me preguntan. “Bailo”, les digo; “pero también digo las palabras para abrir el telón”.

Liber Forti y Lalo La Faye –los jóvenes— la invitan al escenario. “¡Que suba el telón del baile y la canción de nuestro suelo patrio!”, recita Morayma, “y lo hago incluso con zetas para impresionar”. Forti le pregunta: “¿Eres española?”, “No”. “Bueno, la próxima vez dilo como hablas nomás… ¿No quisieras actuar?".

Joven actriz

Así, el teatro gana una actriz. No en Tupiza, eso vendría luego, sino en el elenco del Ministerio de Educación que tenía entre los integrantes a ex Nuevos Horizontes.

El debut de Morayma fue como actriz principal: Cleia, de "La zorra y las uvas" (Figueiredo), que despertó elogios y también intensa polémica: el dramaturgo Raúl Salmón de la Barra increpó al grupo, al final de una función, por no hacer teatro “boliviano”, “popular”… “El pecado mortal era tener gente de Nuevos Horizontes que, por entonces, a principios de los 60, era sinónimo de comunistas, anarquistas”, comenta hoy una serena Morayma.

La joven quiso, ahora sí, ir a Tupiza, el centro del buen teatro y del escándalo debido a que los integrantes vivían en comunidad. “Mi padre se oponía; pero unos amigos, la familia de Teresa Bernal, me ofrecieron su casa y viajé para tomar un curso.” "Hermano lobo", "Escuadra hacia la muerte"… las obras se montaban a la par que se barría la casa, se cocinaba, se ayudaba en la imprenta, en las revistas y folletos de arte. Las giras por los centros mineros fueron parte de la vida de la actriz que pudo participar en los últimos momentos del grupo.

De vuelta en La Paz, el Teatro Experimental Universitario la acogió, y luego el Teatro Nacional Popular. "La cantante calva" (Ionesco), "El malentendido"(Camus) comulgaron con "Santa Juana de América" (Andrés Lizárraga) en el alma de Morayma.

Mimada por la crítica

“Se posiciona con singular acierto la Sra. Ibáñez”, resaltó Rafael Montenegro, y el poeta Óscar Alfaro, que publicaba una columna en Presencia con el seudónimo de Juan José, le regalo una crítica en verso:

“Una estrellita nacional
una estrellita morena
 brilló en la noche serena
del teatro experimental…
Su papel: el de asesina
Y asesinó a todo el mundo
con el mirar profundo
y esa silueta felina”.

Su encarnación de Juana Azurduy la puso en la mira de todos los críticos de los años 60, que se deshicieron en elogios: “Santa Juana… o la consagración de Morayma Ibáñez” tituló Pedro Domingo, quien resaltó “los recursos de su voz, que posee educada impostación, la sobriedad mímica y un virtual dominio escénico”. Y Sergio Suárez estampó: “En su papel de heroína mantuvo sobriedad y altura… en su interpretación se hizo plasmable su vigor poético y emocionalidad”.

Obra "Tres generales" de Raúl Salmón de la Barra. Foto: Archivo Morayma Ibáñez. 

En 1966, ya madre de una niña, la actriz ganó una beca y se fue a Francia. En Nancy estudió un año con Grotovsky y otros maestros, junto a otros colegas del mundo. “Compañeros que me aplaudieron al cabo de una improvisación… fue mi premio”.

Morayma recibió invitaciones para trabajar en distintos países, pero decidió volver a Bolivia en 1967. “Me arrepentí y me arrepiento. En La Paz, a mi retorno, me di cuenta de cuán egoísta puede ser el ambiente con gente que cree que lo sabe todo y no quiere escuchar”.

La estrella que pudo brillar mucho más tuvo que amoldarse al mundo pequeño. Fue maestra del Taller Nacional de Teatro; trabajó con varios directores que se empeñaron en darle papeles chicos (igual, la crítica destacó su trabajo por encima de las figuras centrales) y aprendió el arte de la escenografía y el vestuario junto al argentino Oscar Casero.

Titiritera 

“He vestido muchas óperas”, afirma con su voz educada y “eres” marcadas . Ese talento le sirvió para crear el vestuario de sus títeres y marionetas (que se lucen desde abril de 2021 en La esquina del títere habilitado en el museo interactivo Pipiripi, por iniciativa de la gestión de Andrés Zaratti como secretario municipal de Culturas).



Morayma ha hecho también video y cine. En 2008 fue parte del corto Desde el fondo, de Adriana Montenegro. En teatro fue parte de El Pequeño Teatro, elenco creado en los 70 en la casa Juancito Pinto.

Como cabeza de Actoral Colibrí viajó por el país llevando mensajes a la niñez: sobre el cuidado del medio ambiente y otros valores positivos.

“Hay que disfrutar del teatro; no vivirlo como una tortura, con gritos y conflictos”, define su arte y su vida esta mujer que cree en Dios. “Cómo no creer”, cuestiona, “si él me ha permitido seguir viva”. Se refiere a la caída que sufrió en 2005, desde un segundo piso, y que le dejó un brazo fracturado, un golpe en el cóccix; pero nada que quebrase la voluntad de seguir trabajando en los escenarios.

La actriz

·         Vida

Morayma Ibáñez nació en La Paz, en la zona Oeste. Es la mayor de cinco hermanos, sólo un varón entre ellos.

·         Obras

En teatro, "Santa Juana de América", "El malentendido", "La cantante calva", "A la diestra de Dios padre", "Golpes a mi puerta", "Gianni Schichi" y otros. En video y cine, "El último realista", "Desde el fondo". En títeres, "Pandora", "La nave del profesor Galleta", "Jatita" y otros.  

·         Distinciones  

El 2017 recibió la Medalla Escenario, otorgada por el Círculo de Directores Independientes de Teatro. 

En 2018, el espacio Simón I. Patiño le rindió homenaje con un video que resume su vida y carrera.

En abril de 2021, el GAMLP, a través de la Secretaría Municipal de Culturas, habilitó el Rincón del Títere en el museo interactivo Pipiripi, donde se exponen muñecos creados por Morayma Ibáñez.