domingo, 11 de agosto de 2013

“El Pacto”, química pura

Mabel Franco, periodista

¿Es el amor un pacto? ¿Es posible establecer cláusulas para un sentimiento? Si se lo piensa, ¿no existe? ¿Qué papel juega la neurofisiología en el amor y en la pasión? ¿Es posible manejar las variables químicas del enamoramiento para dominarlo? En definitiva, ¿se puede amar y ser libre? Porque de esta posibilidad o imposibilidad trata en verdad “El pacto”.
Camila Urioste se ha preguntado al respecto y ha llevado sus dudas al drama. Era preciso, claro, el salto al escenario y el director Fernando Arze asumió el trabajo junto con los actores Andrea Ibáñez y Bernardo Peña. La química ha funcionado, hay que decirlo de entrada, si no para cuestiones del amor, sí para el teatro y el resultado es “El pacto” que se presenta en Espacio Nuna de La Paz.
Quizás de inmediato, los humanos, en tanto seres amantes y amorosos, se sientan tentados a dar respuestas del tipo “el amor es la libertad” o “el amor no puede ser explicado” y cosas así. Además, qué tema manido el del amor. Pero no es la respuesta la que interesa tanto en “El pacto”, sino la duda misma en tanto obliga a indagar en las propias incertidumbres y miedos de una manera distinta y, por ello, capaz de sorprender.
Una joven mujer tiene una hipótesis que probar y para ello atrae, una noche en un boliche, al sujeto del experimento. Este sujeto no puede ser más distinto a ella: pura emoción, puro sentimiento. El juego seguirá su curso dejando asomar pronto las contradicciones, las inseguridades de uno y otro, y, quién sabe por qué proceso físico o no, dejando aflorar ese amor que, de todas maneras, no es garantía de eternidad; pero tampoco de muerte, de no-elección.
Unas sillas dispuestas en el escenario sirven a los personajes como elementos clave para narrar y para revelar ante los ojos del espectador la evolución de sus ideas y sentimientos. En principio están frente a frente, luego van a ser movidas para tender puentes, para crear intimidad, para volver al principio, para constituir laberintos y levantar barreras. Igualmente, una proyección de imágenes en movimiento o fijas ayuda a sustituir palabras, a amplificarlas o a contradecirlas. Todo suma para que la historia no se quede en una simple anécdota, sino en un tema humano con múltiples sentidos. Y esto es lo que gana un buen texto cuando se traslada a un espacio en el que el espectador se siente desafiado a buscar.
Por supuesto, nada tendría valor sin los actores. Ninguno de sus personajes es el mismo al final. Hay un proceso de maduración, de cambio, que se siente más que en las palabras, en el tono, en las actitudes, en los movimientos. Algo ha pasado en la escena, un universo ha sido encerrado en tiempo y espacio y como espectador se ha podido ser parte, casi tocar ese clima que hasta da miedo romper con el aplauso.
La música es, en todo esto, lo menos acertado. Mucho y muy alto por momentos, al grado de haber anulado las voces, por ejemplo en la escena del boliche. Más silencio aportaría a la magia.

Urioste, de quien hace poco se vio también “El crimen”, dirigida por Miguel Vargas, confirma su lucidez y el enorme valor añadido de una escritura pensada para la escena. Ibáñez sorprende como actriz llevando adelante una obra que recae sobre todo en su personaje. Peña, el actor boliviano que en breve retornará a Estados Unidos, donde radica desde muy joven, se hará extrañar aunque no sea sino por este papel en el que su naturalidad crea un personaje entrañable. Y Arze desmuestra sus cualidades para la dirección, que confirman lo que ya permitió vislumbrar con "Arte" este mismo año.

Ficha técnica
Título: El pacto
Dramaturgia: Camila Urioste
Dirección: Fernando Arze
Actuación: Andrea Ibáñez, Bernardo Peña
Asistencia de dirección: Brayan Chávez

Fecha de estreno: Octubre de 2013, La Paz