¿Qué es el mar? Pues, lo que se diga de esa masa de agua resultará siempre, para un boliviano, una abstracción. El mar es una sensación de pérdida, y por ello mismo es una atadura, una carga, un pendiente que se lleva en nombre de otra abstracción: la patria.
Foto: Teatro de los Andes
Mabel Franco, periodista
¿Qué es el mar? Pues, lo que se diga de esa masa de agua
resultará siempre, para un boliviano, una abstracción. El mar es una sensación
de pérdida, y por ello mismo es una atadura, una carga, un pendiente que se
lleva en nombre de otra abstracción: la patria.
Esto, que puede resultar una obviedad para quienes de tanto
en tanto, si no a diario, desde que nacemos en este lugar llamado Bolivia
sentimos cual canto de sirena, se encarna, se expresa en “Mar”, la obra de
Teatro de los Andes, la segunda desde el alejamiento de su creador y director,
César Brie.
Tal como pasara con la anterior, “Hamlet de los Andes”
(creación colectiva junto a Diego Aramburo), el público está dividido respecto
de la calidad de la propuesta. O se la aplaude como resultado de una
continuidad que pugna por renovarse, o se le reclama por no parecerse a lo que
se hizo en tiempos de Brie. No hay remedio en esto y Gonzalo Callejas, Alice
Guimaraes y Lucas Achirico tendrán que aprender a vivir con esa memoria del
padre, quién sabe hasta cuándo.
Yo me quedo con “Mar” como muestra de lo nuevo de Teatro de
los Andes, sin nostalgias pero sí con raíces. Me conmuevo como en los viejos
tiempos, pero también me sorprendo con la capacidad del grupo de encontrar
formas para remontarr, junto con el espectador, ese espacio reducido de una
sala teatral y viajar por variados tiempos y lugares. ¿Qué hay otras lecturas
de los alcances de “Mar”? Por supuesto; al final, el teatro no es solamente lo
que está pasando en el escenario; es lo que con eso se logra que pase en un
espacio en el que se encuentran expectativas de creadores y de público. De un
espacio en concreto, el mío, es desde el que puedo hablar.
Pero bueno, ¿cómo es el mar de los Andes?
El grupo, que esta vez ha trabajado junto al director
argentino Arístides Vargas, se anima a tocar un tema cargado de estereotipos y de patriotismos. Un
campo minado, se puede afirmar. Y opta, para emprender el riesgoso viaje, por la tragicomedia, género
que, es evidente, refleja como en un espejo la relación que como bolivianos
tenemos con el océano.
Tres hermanos obedecen el mandato de la madre, invisible
ella pero poderosamente presente, de llevarla de vuelta al mar para que su
cuerpo descanse mecido por las olas. Sin convicción, en verdad, hacia allí la
conducirán los hijos a duras penas, atravesando desiertos de dudas, de
resentimientos contra esa progenitora a veces amorosa, a veces tirana, y
sorteando rivalidades y desconfianzas
mutuas. La llevarán porque no pueden hacer otra cosa si desean recuperar la
libertad. Y también porque necesitan superar la sensación de orfandad que el
perdido mar (¿el padre?) les provoca.
Una puerta (bandera que va tornándose escudo) representa a
la madre. Sueños escapan por esa puerta (el recurso recuerda a “Las abarcas del
tiempo”, obra de los 90) para materializarse en discursos y estereotipos: el
que repiten los militares, con los que se llenan las cabezas de los niños, los
de los himnos, los que envían al frente a los jóvenes porque mejor muertos que
antipatrióticos…
Y así se produce el descubrimiento, el que justifica todo el
viaje: el mar no es la masa de agua. El mar, para Bolivia, es un oleaje
cotidiano de subidas y bajadas, una pugna levantarse tras cada caída. Esto es
lo concreto y en la puesta de Teatro de los Andes la idea se refuerza además por
la ausencia total de agua, salvo la poquita que la mujer sin voz, la
“apátrida”, echa al rostro del viejo militar.
“Mar” no se rinde, pues, a los estereotipos: los pone en
evidencia, invita a desarmarlos, a reconocerlos como la “marca país”, y podría
lograrlo si no fuera por el discurso del
final sobre la guerra con Chile, 1879,
la injusticia, etc. En ese momento disonante con el tono autocrítico y
metafórico que domina en la obra, ésta amenaza con zozobrar. No lo hace, no lo
hará, por el poderoso trabajo del trío, con Callejas en la delantera, pero
sobre todo porque en el teatro siempre es posible dar un golpe de timón.
FICHA TÉCNICA
Actores: Lucas Achirico, Gonzalo Callejas, Alice Guimaraes
Música: Lucas Achirico
Escenografía: Gonzalo Callejas
Vestuario: Alice Guimaraes, Jacqueline LaFuente Covarrubias
Dirección de actores: María del Rosario Francés
Texto y dirección: Aristides Vargas
Organización general: Giampaolo Nalli
FICHA TÉCNICA
Actores: Lucas Achirico, Gonzalo Callejas, Alice Guimaraes
Música: Lucas Achirico
Escenografía: Gonzalo Callejas
Vestuario: Alice Guimaraes, Jacqueline LaFuente Covarrubias
Dirección de actores: María del Rosario Francés
Texto y dirección: Aristides Vargas
Organización general: Giampaolo Nalli
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