miércoles, 23 de octubre de 2013

Juan Carlos Valdivia: El cine es un arma de destrucción

 Juan Carlos Valdivia
“El cine es un arma de destrucción”
Ivi Maraey (Tierra sin mal) se exhibe en las salas del eje central del país. Es un viaje hacia el sudeste del país, por el mundo de la palabra, por el espejo de la cultura guaraní
El cine es un arma de destrucción, se dice Andrés Caballero, cineasta profundamente tocado por su experiencia entre los guaraníes. Y Juan Carlos Valdivia —actor y director de cine— ratifica las palabras de su personaje en “Ivy Maraey” (Tierra sin mal): “Sí, creo que es un arma de destrucción porque ya no dejamos en paz nada en este mundo: todo debe ser filmado, posteado, mirado y, en ese sentido, las culturas originarias han sido retratadas hasta el cansancio. Sin embargo, el cine puede también ayudar a romper prejuicios y paradigmas, es decir que es un arma de destrucción también en el sentido positivo”.
¿Qué ha destruido con su cine?. “A mí mismo”, afirma tras una pausa para pensar bien su respuesta. “Creo que de alguna manera, “Ivy Maraey” deconstruye y siento que me he muerto en el Chaco, que soy otro después de la experiencia que ha resultado muy dura en muchos sentidos: existencial, logística, financieramente; es algo que ha agarrado mi vida por completo y ha hecho que me cuestione muchas cosas”.
La película, filmada en 35mm y hablada en gran parte en guaraní, plantea el viaje hacia el Chaco de un cineasta, Caballero, quien no sabe qué película quiere hacer, pero sí que tiene que hacerla. Íntimamente cree, espera, y el espectador común también lo hará guiado por este hombre, que tal vez todavía existan aquellos indígenas en “estado salvaje” filmados y fotografiados por el etnólogo Erland Nordenskiöld a principios del siglo XX, y tal vez habiten esa añorada tierra sin mal.
“Ivy Maraey” propone en verdad muchos viajes. Uno de ellos, por la palabra. El director explica que “la cultura guaraní no es visual; su riqueza está en la lengua. No produce obras de arte, objetos visuales como otras culturas; en cambio, la exquisitez y la filosofía están en su palabra. Esto me planteó cómo hacer una película de una cultura oral si no usaba la palabra”. Así que los textos son centrales en el film, tanto que demandan verla más de una vez si se quiere atraparlas todas.
Para los guaraníes, como ha aprendido Valdivia, “la palabra es anterior al hombre” y, como ha descubierto, “encierra conceptos religiosos y filosóficos fabulosos”. Elio Ortiz, el coprotagonista guaraní, recopiló los textos que oyó a los ancianos, a los sabios de su pueblo, los que solían transmitirlos a las nuevas generaciones. “Una de las pérdidas que se constata entre los guaraníes es que el patio donde los abuelos —portadores de toda la narrativa y la oralidad— hablaban con los niños mientras los padres iban a trabajar, se están quedando vacíos, tal como pasa en las ciudades, donde los hijos están a cargo de la empleada, ya no de los abuelos, y los padres no saben más qué aprenden”.
“Es una película acerca de pensar”, concluye Valdivia. “Un pensar que se vuelve sentimiento”, lo que tiene que ver, hay que insistir, con las palabras. Habladas, por supuesto, pero también escritas, enovilladas, “enmarañadoras, tal como pasa con el personaje, a quien el Chaco se lo traga”.
Y sin embargo, es un film también para los ojos. “El reto era conseguir el equilibrio, lograr imágenes que hagan el contrapeso, y ahí estuvieron Joaquín Sánchez, en la estética, y Paul de Lumen, en la fotografía”.
Director, guionista, actor. Juan Carlos Valdivia ha asumido esta vez muchos roles centrales. Y ha salido airoso. ¿Cómo ha sido posible? “Pura obsesión y trabajo. Me gusta preparar todo, soy metódico. Me digo ‘ésta es la parte donde tengo que actuar’ y la trabajo mucho; ‘y esta es la parte de la imagen y ésta lo otro’, y así sucesivamente. Ha sido extenuante para mí, de una concentración inmensa. Como ha dicho Cergio Prudencio (responsable de la música original), es una película contenida y en esa contención está su emoción”.
“Ivy Maraey”, cabe aclararlo, no es una película sobre el pueblo guaraní. No es Valdivia/Caballero quien lo retrata, sino quien se retrata a partir del descubrimiento del guaraní actual. Dependerá de él, como de cada espectador, seguir explorando, seguir pensando, seguir destruyendo preconceptos. Porque el color del mundo, que uno piensa que es el mismo para todos, tal vez no lo sea. ¿Acaso sabemos de qué color ven los ojos del otro? Al menos plantearse la interrogante parece un paso.
Ficha técnica
Título: Ivy Maraey (Tierra sin mal)
Dirección y guion: Juan Carlos Valdivia
Actores: Juan Carlos Valdivia, Elio Ortiz, Felipe Román, Francisco Acosta
Producción: Joaquín Sánchez y Matthias Ehrenberg.
Producción ejecutiva: Ximena Valdivia, Petter J. Borgli y Bjorn Puckler  
Director de arte: Joaquín Sánchez
Dirección de fotografía: Paul de Lumen.
Música original: Cergio Prudencio
Montaje: Juan Pablo Di Bitonto
Proyección en La Paz: Cinemateca Boliviana, Multicine y Megacenter

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