El presente texto fue incluido como presentación del libro "Nosotros, los del teatro", de Andrés Canedo, que fue publicado en Santa Cruz en agosto de 2021.
Foto: Inmediaciones.org |
Mabel Franco Ortega, periodista
El presente es fugaz; se esfuma. Como la felicidad, no debería medirse en horizontal, sino en vertical, sabiendo que lo que importa no es cuánto dura sino cuán intenso es. El ejemplo de que éste podría ser el camino para hacer del presente algo eterno lo ofrece la memoria intensa de un hombre, Andrés Canedo, que no podía ser sino un teatrista, es decir un alguien que ha aprendido a lidiar con la fugacidad de un arte que es precisamente el momento y nada más, pero nada menos.
Andrés Canedo recuerda y todo cuanto ingresa en ese recuento de su memoria íntima se hace presente a través de la palabra escrita. Por una parte, lo recordado revive para quienes están implicados; pero por otra parte, la más importante y la que permite al libro trascender lo anecdótico, ese ejercicio de memoria otorga al lector de hoy y de mañana la oportunidad de sentir el latido vital de un conjunto de seres humanos que pensaron y respiraron teatro en esta geografía llamada Bolivia.
El poder evocador de la palabra del autor de “Nosotros los del teatro” es innegable. Tanto, que uno cree estar asistiendo a la entrevista en la que la directora Rose Marie Canedo explica al entrevistador Pedro Susz: “Hacer teatro en Bolivia equivale a emprender un viaje hacia lo desconocido”.
Caprichosos como son los recuerdos de cada quien, los de Andrés Canedo no responden a un orden cronológico. Las personas, los eventos, van desfilando libres y se van encadenando o no. Asoman así Líber Forti con su gusto por el pan, Norma Merlo bailando el vals en el escenario de “La cantante calva”, Pepe Ballón sirviendo una modesta mesa en Caracas para recibir a compatriotas teatristas, Matías Marchiori discutiendo intensamente sobre la obra que van a llevar a escena, Guido Calabi con uno de sus trajes de color amarillo… Presente, puro presente.
Hay mucho más sobre personas –actores, actrices, directores, dramaturgos, gestores- y sobre obras teatrales y sus circunstancias. El lector irá descubriéndolo a través del prisma de afectos del autor que así se desnuda a sí mismo. Y, como consecuencia deseable, habrá quienes tomen esos recuerdos como incentivos para saber más, para buscar y encontrar las pistas que expliquen lo que pasa hoy en las artes escénicas en Bolivia. Nada surge de la nada y, este libro lo afirma, se reflexionó bastante y se hizo mucho desde el lugar y momento que le tocó a cada quien como para que tanta vida se eche al olvido.
Ustedes, los del teatro, tienen un futuro porque hay un pasado que se hace presente, para el caso desde la intimidad de quien rememora, herramienta tan valiosa como la del dato histórico preciso, la estadística, la biografía objetiva.
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