lunes, 11 de octubre de 2021

La memoria viene en conserva

“En conserva” es una forma de pensar en la memoria: la personal, tan caprichosa y, sin embargo, tan necesaria para seguir siendo en relación con los otros. Los dos personajes son una excusa para mirarnos y pensar en las veces en que nos hemos comido prejuicios de otros o nos hemos comido a otros o nos han devorado.


Mabel Franco, periodista

Meyerhold decía que un crítico debía ver la obra en su representación número 300, cuando el director la ha terminado luego de proceso de construcción en la que no sólo los actores han asimilado el ritmo, sino que diversos espectadores han dejado saber –con sus aplausos y/o bostezos- dónde debería ajustarse.

Hablar de 300 representaciones es una exageración, claro. Pero es cierto también que el proceso de creación no termina en el ensayo general –que en Bolivia suele ser el estreno y a veces casi la despedida-, sino cuando el público, diverso, múltiple, ha ido aportando en la construcción tanto a los actores como, por supuesto, al director. ¿Qué número de función será ésa? Premio para el espectador que la encuentre.

Lo mismo podría decirse de todas las obras teatrales; pero se hace particularmente evidente en la propuesta de Mosaico Colectivo, “En conserva”, que ha seguido un proceso de construcción colectiva desde la propia escritura, la misma que ha ido recogiendo varias voces hasta asumir plenamente las femeninas, articuladas al final por la pluma de Jorge Ernesto Barrón (los aportes son de Flavia Arduz, Michelle Ponce, Camilo Gil y Alison Román).

Desde 2019, luego de un taller de escritura en el que tomó forma la idea, ha habido una lectura dramatizada, un premontaje para teatro convencional, un viraje hacia el audiovisual empujado por circunstancias desesperadas -una pandemia, nada menos-, y este 2021, al fin un aterrizaje presencial y en espacio no convencional.

Visto tal recorrido, es evidente que la obra ha ido ganando consistencia, no digo en el texto, que queda escrito como está, sino en ese representarlo, en ese probarlo, en ese materializarlo que tuvo a Natalia Jofré y Emma Rada como las actrices en el principio y que ha encontrado en la dupla Emma y Sasha Salaverry su mejor momento expresivo.

“En conserva” habla de la memoria familiar. Dos hermanas se recuerdan a través de los seres que se les han muerto: la abuela, la perra, la gata, la coneja… todas bautizadas como Clara. Todas enterradas en el jardín, como las pepas de las aceitunas que eran el aperitivo preferido de aquella abuela y de las mascotas. Todas abono del olivo cuyo fruto se van comiendo las mujeres –una con deleite, la otra por costumbre-, tal como hará el público uniéndose al rito a través de la comida.

Esa memoria es, virtud de Mosaico Colectivo, teatral. Desde la palabra “Clara” que absurdamente nombra a todos los memorables o va develando las distintas denotaciones-dimensiones que le da el idioma, hasta las aceitunas verdes que no son precisamente un árbol casero. Inverosímiles, pero por ello mismo detonantes para desafiar al que mira a mantenerse alerta, para tomar la historia de esos dos personajes como una excusa para pensar en las veces en que nos hemos comido prejuicios de otros o nos hemos comido a otros o nos han devorado.

La puesta presencial en un local donde se sirve comida y bebida, con la mesa de las actrices al centro de todo, con mesas de comensales/espectadores rodeándolas sin dejarles un lugar para escapar de la mirada, con ellas dando indicaciones a la música baterista que hace puntuaciones, resulta cautivante. Estamos, todos, atrapados por la fuerza centrípeta de esas mujeres sin nombre, una psicóloga y otra gastrónoma, que ponen sobre la mesa la vida como recuerdan haberla vivido. Hay, en esa memoria de las situaciones, un humor que las actrices revelan con tal sutileza que se contagia poco a poco, hasta crear esa complicidad que debe ser de las mejores sensaciones dentro de una sala teatral.

Dos elementos que no me explico de la puesta: el vestuario; las chompas de lana no me dicen nada más de las dos mujeres que lo que van revelando sus palabras.  Y las imágenes de video que, proyectadas desde una pequeña pantalla invisible para gran parte del auditorio, restan; que de todas maneras la obra no pierda lo esencial, debería hacer pensar al grupo sobre su pertinencia; quizás resulten demasiado explicativas en un contexto que no precisa de ese nivel.

“En conserva” es, pues, una forma de pensar en la memoria: la personal, tan caprichosa y, sin embargo, tan necesaria para mirarnos y para seguir siendo en relación con los otros.

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