sábado, 31 de marzo de 2018

Gonzalo Hermosa quiere "poner coto a lo extranjero"

"Entre los planes del nuevo director de Promoción del Folkore figura el cobro por difusión de la música: 10 centavos para lo nacional, 20 lo tropical y 30 el rock. También buscará que los teatros sean para lo boliviano". Así rezaba el epígrafe en la nota publicada el 6 de noviembre de 2002.


Mabel Franco, periodista


Gonzalo Hermosa será posesionado hoy a las 11.00 como director de Promoción del Folclore, en el Viceministerio de Cultura. El líder del grupo Los Kjarkas habló ayer con La Razón.

¿Cómo se justifica esta nueva dirección?
Es una necesidad de una gran mayoría de folcloristas que más o menos llegan a 500 en todo el país y están muy desatendidos.

Lo mismo podrían decir los teatristas, los artistas plásticos, etc. ¿Por qué no crear una dirección para cada sector?
Como folclore vamos a tomar todo lo que sea pensamiento nacional. Todo lo que pueda identificarnos como bolivianos. Vamos a atender lo que concierne a artesanía, casas disqueras, peñas, Gran Poder, Oruro, etc.

¿Cuáles van a ser los pilares de su trabajo?
Voy a empezar con la difusión. Hay que poner coto a muchas músicas que hoy tienen prioridad en los medios, como el rock, lo tropical, etc.

¿Y cómo va a hacerlo?
Sencillo. Cobrando la ejecución pública de la música así: 10 centavospor cada canción nacional, 20 lo tropical y 30 el rock. Hay que hacer que el Parlamento apruebe esto. También voy a ir por las escuelas para que los niños aprendan a bailar huayño, a tocar la quena y la zampoña. Voy a reunirme con los profesores de música y educación física desde kinder. Así es como vamos a lograr que los niños conozcan su tierra. El nuevo hombre nacional tiene que surgir desde ahí.

¿El Gobierno le ha ofrecido presupuesto para su trabajo?
Esta dirección la ha creado Gonzalo Sánchez de Lozada, que se ha preocupado mucho. No nos ha ofrecido dinero de entrada, sino que nosotros vamos a defender nuestro POA.

¿Sabe Ud. que el Ballet Folclórico trabaja en una casa que se está cayendo y que el Viceministerio no pudo reparar? ¿No será que la cabeza crece y la base está desprotegida?
La cabeza no va a crecer mucho. Pondremos a seis elementos a trabajar, no a 100 personas.

¿Quiénes serán?
Los hermanos Rubén y Roger Villarroel, folcloristas que han trabajado en Tarija y Sucre, y Gastón Guardia, el zampoñista de Los Kjarkas, entre otros.

¿Qué más se hará, aparte de la difusión?
Queremos escribir sobre el huayño, la cueca, el chuntunki. Entregar textos a los profesores de música. Hay que ver que los teatros se usen para cobijar a lo nacional y no a la cultura europea con sinfónicas y ballet...

Pero ¿se puede vivir mirándose solo a uno mismo?
El boliviano tiene baja autoestima. Envidia al hombre de afuera, no es feliz con lo que tiene.

¿Qué le hace pensar que, de ser esto así, va a cambiar?
No voy con la seguridad ni facilidad de ganar. Pero voy a batallar. Si no hay presupuesto aquí, vamos a traerlo del extranjero.

¿No es una contradicción: teatros para lo boliviano, no lo foráneo, pero fuera se va a extender la mano por dinero?
Podemos acudir a Japón, seguro nos  va a dar. Los americanos, también. Y si no resulta, si no hay presupuesto, en último caso  no tengo nada que perder, pues vuelvo a Los Kjarkas, con los que gano mucho.    

lunes, 12 de marzo de 2018

La residencia de Italia está en tierras de los Cusicanqui.


Desde 2012, la casona se erige en un terreno que en 1888 pertenecía a Fermín Cusicanqui. Este hombre, que había nacido en 1840, era del linaje de los caciques de Calacoto (región altiplánica de la provincia Pacajes de La Paz). 

Mabel Franco, periodista
Fotos, Wara Vargas

En la plaza 16 de Julio de Obrajes —más paceña, imposible—, justo en la acera que está en frente de la iglesia del Señor de la Exaltación, un muro de pinos de una cuadra resguarda el hogar del Embajador de Italia. Es fácil darse cuenta de que allí se habla el idioma de Dante, pues entre los techos cubiertos de tejas que se ven desde la calle Díaz Villamil flamea la bandera verdeblanquirroja.

La construcción, que data de principios del siglo XX, está muy bien conservada y luce su belleza a un lado del inmenso jardín que alguna vez tuvo incluso una piscina, de cuyo recuerdo queda una casita en la que se refugiaban los bañistas.

La propiedad, “una de las más hermosas villas en La Paz”, a decir de Philipp Schauer, el exembajador de Alemania que se había dedicado a investigar la historia de obras arquitectónicas en la urbe (ver recuadro inferior), se erige en un terreno que en 1888 pertenecía a Fermín Cusicanqui. Este hombre, que había nacido en 1840, era del linaje de los caciques de Calacoto (región altiplánica de la provincia Pacajes de La Paz).

Descendientes de Túpac Inca Yupanqui, los Cusicanqui eran parte de la nobleza que los españoles reconocieron, como explica la historiadora Laura Escobari de Querejazu —también una Cusicanqui— , autora del libro De Caciques nobles a ciudadanos paceños. Historia, genealogía y tradición de los Cusicanqui, s. XVI-XXI.

Fermín Cusicanqui, ya ciudadano de la República de Bolivia, era “socio de varias empresas comerciales, poseía varias propiedades en La Paz, haciendas y minas, era socio de un banco y cofundador del Club de La Paz”, enumera Schauer. Y Nueva Economía, en un artículo sobre el empresariado paceño, escribió en 2010 que don Fermín fue, junto a Justo Pastor Cusicanqui,  uno de los primeros empresarios del transporte que tuvo La Paz. “Estos emprendedores, en las recuas de sus mulas, en 1860 hacían posible el comercio desde La Paz hasta Oruro y Cochabamba y viceversa. Venían del sur con sal y llevaban coca a las minas. A ellos les siguieron los que se dedicaron al negocio de rentar carretas jaladas por mulas y llamas que, aún ante la llegada del ferrocarril, se mantenían vigentes disputando la demanda del transporte”.



Una primera construcción en el terreno de Obrajes fue demolida en 1912 y la segunda, aún hoy en pie, fue elevada en 1921. Al morir Cusicanqui, en 1924, la casa no pasó a manos de ninguno de sus seis herederos, pues la había vendido a Jorge Saenz Cordón, un magnate de la construcción que en principio la usó para pasar el fin de semana y luego se instaló en ella.

En la década del 40, el bien pasó a manos de los italianos Pedro y Nicolás Linale, comerciantes que habían llegado a Bolivia junto con el checoslovaco Federico Weiss y que se dedicaron a importar carros de lujo (Austin, por ejemplo), motocicletas, las máquinas de escribir Olivetti, armas y hasta locomotoras. Su tienda-taller, aporta más datos el Embajador de Alemania, estaba en la avenida Montes y Uruguay.

Luego de la Revolución de 1952, la casa pasó a ser residencia de la Embajada de Perú y en los años 60, de Italia, representación diplomática que finalmente adquirió la propiedad.

La actual posesión extraterritorial italiana ocupa solamente una parte de lo que fue el predio Cusicanqui, el que llegaba, hacia el oeste, hasta el Choqueyapu. Hoy, la avenida Costanera y el terreno donde se ha construido el hospital de la Caja Petrolera lo separan de aquel río.

De todas maneras, el predio es enorme. Sólo la casa ocupa 400 m2 y  hay otra edificación posterior que los Linale utilizaban para exponer las máquinas que vendían. Están también los cuatro niveles de jardín con pinos, alguna palmera y flores ornamentales, incluido un conjunto de cactus y setos.

La vivienda, de cuyo diseñador no se tiene datos, es de dos plantas. Dos curiosidades han llamado la atención de sus ocupantes actuales. La primera es una capilla en la parte superior, que De Chiara utiliza para dibujar, una afición que se le ha desarrollado desde que está en La Paz. En dicha capilla se aprecian unos vitrales que son obra de Antonio Morán Gismondi, uno de los artistas de la familia vinculada con la fotografía en Bolivia. Obras suyas están también en edificios privados y públicos como el Palacio de Gobierno y la Subalcaldía de la zona Sur en La Paz; la Casa de la Libertad en Sucre, la Escuela de Comando y Estado Mayor Militar en Cochabamba.



La segunda curiosidad es un escondite para dos personas de pie que se halla en el cuarto cuerpo del librero que está en el ala derecha de la planta baja.

En un país políticamente turbulento, como muestra la historia de Bolivia en el siglo XX —en cuyos inicios, como se ha dicho, Cusicanqui encargó la construcción—, un escondite no estaba demás.

Recuenta Schauer que en 1930, Saenz Cordón convocó a una reunión de alto nivel con hombres de negocios, “con la intención de desarticular un inminente golpe de estado/revolución en contra del presidente Hernando Siles Reyes”, quien había logrado evitar una guerra con el Paraguay, pese a la presión de la gente.

No lo consiguieron. A fines de ese año, otra reunión, con todos los partidos del momento, principalmente liberales (Saavedra, Salamanca y Bustamante, entre ellos), decidió dar su respaldo a la candidatura de Daniel Salamanca. Éste, efectivamente, terminó sentado en la silla presidencial y llevó al país a la Guerra del Chaco.

Pero, basta de historia. El presente encuentra a la casa en un sector de Obrajes que mantiene un entorno arquitectónico coherente. Por ejemplo, la casa del presidente Bautista Saavedra (de fines del siglo XIX y principios del XX) está en una esquina frente a la residencia. Lo lamentable es que ya asoman edificios de varios pisos que amenazan con quebrar la armonía.

En 2016, la propiedad fue reconocida por el Gobierno Autónomo Municipal de La Paz como Patrimonio Arquitectónico y Urbano de la ciudad.


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Fermín Cusicanqui Mostajo (1840-1924). Uno de los seis hermanos descendientes de los caciques de Pacajes establecidos en La Paz. Hábil comerciante, fue dos veces munícipe de La Paz, diputado y cofundador de la Cámara de Comercio paceña. Foto y datos del libro ‘De caciques nobles a ciudadanos paceños’, de Laura Escobari de Querejazu (La Paz, 2011).  (ver foto en fotogalería)

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Guía turística e histórica de La Paz. Philipp Schauer, quien en 2013 era embajador de Alemania en Bolivia, editó una guía en castellano e inglés (Ed. Gisbert, 2013), que hace un recorrido por los edificios notables de La Paz. En ella se recogen datos sobre el pasado de inmuebles privados y públicos que se pueden hallar en la urbe, por ejemplo la residencia de Italia.

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La nota fue publicada originalmente el 23 de junio de 2013 en la revista Escape de La Razón

Residencia alemana en La Paz: la casa de los encuentros

Detalle de la fachada. Foto: Pedro Laguna.

Luis Ernst construyó una casa de estilo alemán a principios del siglo XX que, en 1948, su yerno Ernesto Fricke llenó de detalles barroco mestizos. La casa es territorio alemán, pero su historia es parte del patrimonio paceño.

Mabel Franco, periodista
Fotos: Pedro Laguna

En medio de las características arquitectónicas, que no son pocas: altorrelieves, rotonda, senderos de piedra, azulejos, jardines... la vista recae, inevitablemente, en las puertas de la antigua mansión Ernst Rivera. Cada una es diferente, como si el constructor hubiese buscado con particular interés que el paso de un ambiente a otro no pasara desapercibido. 

La casa que se levanta en la zona de Obrajes de La Paz es, desde 1955, la residencia del Embajador de Alemania. El habitante que tuvo en 2012, Philip Shauer, no se conformó con pasar por la vivienda de dos pisos, sino que, fiel a su inquietud de “turista profesional”, como se define, se convertió también en detective. Resultado de sus pesquisas, ahora existe un folleto, que se halla en el vestíbulo de la casa, en el que se resumen los datos esenciales de la historia de un inmueble que se remonta a 1900 y que refleja los lazos entre Alemania y Bolivia. 




Los Ernst
En el terreno que iba desde la actual vía Díaz Villamil y Calle 7 de Obrajes, hasta el río Choqueyapu, a principios del siglo XX fue erigida una vivienda de campo, en medio de árboles de pino y palmeras. Allí solía ir de paseo la familia del empresario alemán Ludwig (Luis) Ernst, uno de los fundadores de la Cervecería Boliviana Nacional. Este hombre tenía una agencia de aduanas en Puerto Pérez y representaba a varias firmas alemanas. 

Don Luis se casó con una boliviana de apellido Rivera y tuvo cinco hijos. Uno de ellos, Hugo, llegó a ocupar cargos públicos de importancia: Embajador de Bolivia en Berlín entre 1938 y 1941, tiempo en el que ayudó a refugiarse en el país a ciudadanos judíos; Ministro de Defensa y de Economía, Prefecto de La Paz (con Hernando Siles) y Alcalde de la ciudad (1952), además de que hablaba un aymara fluido. August, llamado Cuto, fue piloto, sirvió personalmente a Germán Busch y falleció en un accidente en el Sajama en 1938. Y Raúl, Louise (Lucha) y Carmen. Todos ellos acordaron no dividir la propiedad, a la muerte del padre, sino habitarla cada uno por cierto tiempo. 

Carmen, que en Alemania conoció a quien sería su esposo, el boliviano-alemán Ernst (Ernesto) Fricke Lemoine, ocupó la vivienda alrededor de 1948.El embajador Shauer hace notar que este Fricke, nacido en Cochabamba, era pariente de los empresarios de Oruro con quienes Simón I. Patiño trabajó antes de adquirir la mina La Salvadora e inclusive durante los primeros años de búsqueda del estaño en ese sitio. Fueron sus empleadores, que confiaron en la palabra de Patiño, los que le permitieron seguir adelante en los tiempos más difíciles. 


Fricke Lemoine, en todo caso, fue quien decidió hacer modificaciones en la casa; según un estilo Art Decó germano de los años 20 —con techos interiores del gótico alemán—, y le añadió elementos como la construcción circular que destaca en la parte posterior, hacia el jardín, y un pabellón de té estilo japonés. Pero sobre todo le dio un estilo barroco mestizo en la fachada (tallado en piedra y madera) y en  las puertas (algunas de ellas conseguidas de antiguas construcciones coloniales que estaban derruidas) que tanto llaman la atención en la actualidad.

Según dedujo Philip Schauer, Fricke cultivó la amistad del pintor Cecilio Guzmán de Rojas. No se sabe qué grado de cercanía existió entre ambos, pero la familia del pintor indigenista acudió a la mansión de Obrajes para pasar días de campo. Tal vez  estos hombres hayan comulgado en su admiración por la cultura boliviana. Lo cierto es que en las paredes del vestíbulo destacan dos retratos de indígenas que, según le explicó al embajador el hijo del artista, Iván Guzmán de Rojas, corresponden a una pareja de chipayas pintados por su padre. 

Ernesto Fricke Lemoine, que vivió su juventud en Alemania, tenía un acento germano muy marcado. Y era excéntrico. “Le gustaba firmar sus cartas como Emilio, llevaba siempre un portafolio negro y vivía a lo grande”, describe Schauer. Además, “conducía un Cadillac celeste de dos puertas, tenía un departamento lujoso en Buenos Aires, otro en Punta del Este y otro más en Alemania”.

La pareja de Ernesto y Carmen no tuvo descendencia. Cuando los esposos se marcharon a Argentina, la casa fue alquilada a la Embajada de Alemania, que terminaría por adquirirla en los años 60.
El destino de los Fricke Ernst fue trágico. Ella murió ahorcada en un asalto en su domicilio de Buenos Aires y Ernesto falleció en un hotel en Madrid. Se notificó del deceso a la Embajada de Bolivia —él mismo había sido diplomático del país en Praga y Berlín—, pero no hubo respuesta; entre tanto, su habitación fue asaltada y el otrora afortunado ciudadano terminó enterrado en una fosa común.

Tan llena de detalles



La casa está rodeada de altísimos árboles. “Deben tener más de cien años, pues en el altiplano crecen lentamente”.

Los jardines y la vivienda ocupan tres niveles, a la manera de terrazas; un cuarto se ha perdido para dar paso a la avenida Costanerita. La planta baja del edificio es el área para recibir a los invitados: tres ambientes amplios donde destacan algunos muebles barrocos (una consola con rostros de ángeles y un espejo) adquiridos probablemente por Fricke. También figuran un reloj inglés dorado y un pavo de plata de 1767, herencia de Luis Ernst. Y en la segunda planta, de ocho habitaciones, es donde vive la familia del embajador en Bolivia.

Los pisos son de pino de Oregón, que se mandó traer de EEUU, pues era más fácil que acceder a Santa Cruz a falta de vías de comunicación.

“Es una casa imponente; no es la que yo construiría, seguramente, pero tiene atmósfera, historia, además de que quienes la construyeron reflejan los lazos entre Bolivia y mi país”, decía Schauer.
El embajador no sólo investigó sobre la que esa vivienda, territorio alemán en el sur de La Paz, que cobijó a perseguidos políticos en los años 80, sino que elaboró una guía sobre otras casas con historia, entre ellas las residencias de Japón, Italia y Francia.  

El diplomático —que publicó además una guía muy práctica sobre las iglesias del altiplano de La Paz y Oruro (editorial Gisbert), con DVD incluido— se divertía al citar que entre sus antecesores, hubo algunos “que criaron llamas en el jardín y monos en el pabellón de té, o un perro enorme que era famoso en el barrio”.

Lo “bueno es que todavía hay gente que puede contar sobre esta casa”, por ejemplo, Clemencia Ernst de Montenegro, hija de Hugo, quien vivió diez años en ella. 


La nota fue publicada originalmente en la revista Escape de La Razón, el 22 de abril de 2012