Paola Oña y Tika Michel en "Princesas" |
Mabel Franco, periodista
Renombrar. Recontar. Desmontar el arquetipo de las princesas, dejarlo en
evidencia: a ver si a través del ejercicio teatral la realidad asoma en el
espacio escénico. Un espacio que en la obra llamada precisamente “Princesas” se puebla de imágenes proyectadas
por el espectador, tal la impronta marcada por los cuentos de hadas, y que las
actrices se proponen devolver enfocadas, calibradas según su propia historia; por
tanto, imágenes múltiples, distintas, tantas como personas se enfrenten al
espejo.
Claudia Eid, dramaturga y directora del grupo El Masticadero,
propone así un juego inverso al de la luneta mágica. Las princesas de su obra
se miran en el espejo de las palabras repetidas casi como mantras universales,
y en el afán van descubriendo, en primeras cuentas, que con sus cuerpos no
encajan en el arquetipo, y, en segundas, que no tienen por qué encajar.
La ruptura se anuncia desde el inicio. Manzanas, ese fruto
símbolo de pecado, de expulsión del paraíso, de muerte en vida, son estrelladas
contra el piso, hechas puré. Sobre esos desechos bienolientes –el sentido del
olfato participa también--, cada actriz, a su turno, se vestirá de respectiva princesa
de cuento: Blanca Nieves, Cenicienta, Ariel (la sirenita) y Pocahontas. Al
desplegar la historia archiconocida, los absurdos de situación y resolución,
los patrones, saldrán a relucir en virtud de un interrogatorio implacable del
resto.
La habilidad de cada quien para preguntar y
responder/justificar, mezcla de libreto y capacidad para improvisar –elección
de la dramaturgia no exenta de riesgo, aunque respaldada en sus actrices, una
de ellas, Tika Michel, constante colaboradora de Eid, deja al descubierto la construcción
de un concepto de mujer tan artificioso como los pasos de ballet o de poses
cortesanas que a duras penas practican las actrices mientras una de ellas pugna
por vencer la convención y mirarse, mostrarse, como es.
Qué difícil es descubrirse y situarse en el mundo con las
estrías en las piernas, el estómago flácido, las arrugas en el rostro, la falta
de una muela. Qué difícil es aceptar que eso es lo real, no la princesita de
celofán que estará bien para el cuento, mas no para ceñirse como un corset en
la humanidad de las mujeres, así, en plural.
Tan en plural, que las actrices no siempre son las mismas
cuatro: además de Michel, Paola Salinas, Isabel Fraile y Bianca Shallow, la puesta admite princesas invitadas que, en el caso del Fitaz se alternaron: Paola Oña y Camila Urioste, con lo que cabe esperar más que nunca que una función sea distinta de la otra.
Tan plural, que el quinto personaje que en un principio
parece el observador omnisciente, un varón (Álvaro Eid), toma el escenario para sacudir
todavía más el arquetipo devenido en estereotipo: él se ha convertido en mujer:
ésta sí de cuerpo que la convención llama perfecto, estilizado, hermoso, y cada vez, ortopedia de por medio, más
parecido al de una Barbie. El más parecido.
Quién es, quién no es. El celofán se
desgarra. Todas son. No hay modelo, aunque tan fuerte sigue siendo la imagen de
la princesa, que ellas rayan en sus cuerpos aquellas zonas que el bisturí podría corregir, en tanto que el gay, el transexual o como se llame a esa otra forma de ser mujer pugna por parecérsele también, quizás por eso su
obsesión por la belleza del espejo mágico cuando nada está más lejos de tal imagen que los cuerpos reales
de las otras, de las de su lado: actrices y espectadoras.
La directora y el técnico que la acompaña presencian la performance a la vista del público y, a la par que demarcan las acciones con luces y música, se ríen si la improvisación los sorprende como para eso. Es teatro, señores; nada más pero nada menos que teatro. Lo que sigue es la vida y mejor mirarla de frente, sin maquillaje, desnudos --desnudez bien puesta en la escena-- con los cuerpos que nos ha tocado.
La directora y el técnico que la acompaña presencian la performance a la vista del público y, a la par que demarcan las acciones con luces y música, se ríen si la improvisación los sorprende como para eso. Es teatro, señores; nada más pero nada menos que teatro. Lo que sigue es la vida y mejor mirarla de frente, sin maquillaje, desnudos --desnudez bien puesta en la escena-- con los cuerpos que nos ha tocado.
Ficha técnica
Título: Princesas
Autora y directora: Claudia Eid
Grupo: El Masticadero (Cochabamba)
Fitaz 2016
Fitaz 2016
Otros comentarios:
La Bella Durmiente no sirve para nada
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Que lindo! Gracias Mabel por entender nuestro trabajo!
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