Segundo convivio: el entrenamiento
La jornada de entrenamiento empieza cada día a las siete de la mañana; unos más temprano que otros van calentando en solitario, en silencio, repartidos a lo largo y ancho de la sala de teatro. El grupo como tal se consolida cuando formamos dos filas para trapear el piso poniéndonos de cuclillas. El primero de la fila moja el piso con un trapo, el que le secunda lo seca y luego, quien lo desea, acompaña al son de la percusión. Una vez más, todos estamos atentos sosteniéndonos mutuamente. Empezar la jornada limpiando el piso que nos sostiene me parece un maravilloso acto de humildad. Tengo miedo de no tener la condición física para lograrlo, pero mientras recorro la línea sosteniendo el trapo seco en mis manos voy sintiendo el despertar de mis músculos, por lo que cada día voy haciéndolo mejor; pero siempre con el trapo seco, para hacerlo con el trapo mojado me parece que se necesita más juventud. La actividad termina cuando hemos trapeado todo el piso y podemos empezar a sentir el cuerpo calentando, imaginando, percibiendo, sintiendo y explorando.
Alice y Gonzalo recurren a veces a la palabra para explicar principios técnicos de preparación actoral, otras a sus cuerpos para mostrarnos la precisión de un ejercicio, y otras nos dejan probar, intuir con los propios cuerpos lo que podría ser un método de actuación, de composición escénica. Así, cada uno a su manera va habitando la sala y dejándose habitar por ella mediante cambios de velocidad, de dirección para que las ideas, la imaginación, el pensamiento se muevan.
En cada ejercicio no sólo se mueve el cuerpo, se mueve el punto de vista, por ende, la mirada y con ella el espacio y el tiempo. Los ejercicios propuestos dejan de ser meras técnicas actorales para devenir en otros modos de creación, conocimiento, lógica y pensamiento multisensorial. Estos otros modos de compartir se activan y se manifiestan por las consignas dadas para ordenar el espacio, improvisar incorporando direcciones, ritmos, desplazamiento.
Por las tardes, Bernardo se une para acompañarnos a re-conocer nuestra voz, nuestro ritmo, nuestra fuerza contenida en la respiración y con ello empezamos lentamente a desplegar también la escucha. Nos miramos entre nosotros, parecemos intuir que una y otra vez hay que recordar que el escenario no sólo debe ser poblado por cosas, personajes, escenografías historias, sino por la respiración y la voz en todos sus matices. Para lograr eso nos dividen en dos grupos. Gonzalo y Bernardo se hacen cargo de uno y Alice del otro; después de un tiempo los coordinadores cambian de grupo.
Los tres maestros, a través de diversos ejercicios, van señalando caminos para indagar, lo que implica desplegar, compartir la palabra de tal manera que la voz exceda el plano técnico y empiece a evocar e invocar mundos narrativos y afectivos. Cada uno de nosotros trabaja con un texto memorizado y de pocas líneas. Decir el texto acompañados por la guitarra es la consigna. Hay textos que hablan de la soledad, de la pérdida, de lo femenino, del vacío, del amor, del erotismo; el mío habla de los amores de Gregoria Apaza.
Este ejercicio se asemeja bastante a la técnica de los payadores, los juglares, los narradores orales. El convivio durante las horas de entrenamiento se da entre los compañeros, cada uno le convida al otro su fe en el oficio, su atención, su complicidad, su paciencia, la humildad del intercambio. A mí, el punto de vista de aprendiz me permite compartir y disfrutar del timbre de tantas voces, sentir la resonancia de las formas de interactuar con la memoria y con las intersecciones entre ficción y realidad, cuerpos material y cuerpos materia durante las largas horas de trabajo que devienen en un festín sensorial.
Tercer convivio: la imagen y la construcción colectiva de la memoria
A las horas de calentamiento, entrenamiento e improvisación se suman las horas de composición y de montaje. La creación de imágenes es uno de los senderos de la memoria y de los saberes del grupo más importantes, por ende, es un procedimiento metodológico de dramaturgia y producción escénica colectivo y es también la etapa de exploración e investigación.
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Residencia en Yotala. Foto Ruarispakani. |
En esta etapa se necesita ser lo más generosos posible. Alice y Gonzalo convidan su experiencia y sus haceres a los participantes con una actitud de compañeros más que de maestros; ahí radica gran parte de su pedagogía y su didáctica, pues no hablan de ese sendero como el gran camino y el mejor de todos o el único a seguir, sino como uno más de los muchos que puede haber en la esfera de la creación y producción teatral. Ellos nos guían paso a paso por los senderos que nos señalan, comparten con nosotros detalles de sus caminos recorridos, para que encontremos también en esos caminos algo así como un sarawi actoral y teatral que nos permita sentir, latir, pensar como base para la creación de una obra que sea luego convidada con honestidad al público.
Gonzalo y Alice comparten con nosotros todos los secretos de sus procesos de creación y producción, en los que se vislumbra menos la inspiración de un genio creador y más un trabajo minucioso, sistemático, en el que es indispensable prestar mucha atención y estar abiertos a las propuestas de los compañeros siendo a la vez cuidadosos y respetuosos.
Esta etapa de convivio empieza con dos conceptos: rebeldía y búsqueda, a los que acompañan las siguientes preguntas: ¿dónde, por qué, cómo y cuándo fue el primer acto de rebeldía? La consiga es: ser los más precisos y sintéticos para responder con una imagen. Todo eso nos ayuda a no perdernos en lo abstracto, lo teórico, lo racional, la palabrería y más bien indagar en lo elemental, lo riguroso, comprendiendo que, a veces, poco es más. Todas las respuestas o sugerencias tienen que ser compartidas en imágenes, para lo cual uno puede disponer de cosas, sonido, instrumentos y solicitar el trabajo de los compañeros. Quien propone debe apelar a la metáfora, la alegoría, explorar su poética cotidiana para no robarle a la imagen su polisemia y su potencia de acción, de acto, de invitación a la duda, la pregunta. Lo fundamental es que la imagen no ilustre el concepto de rebeldía y búsqueda, sino que la expanda, la disemine.
En la segunda parte de este ejercicio, cada uno puede intervenir las veces que quiera las imágenes propuestas por los compañeros. Uno puede transformar una imagen por correlación, oposición, asociación, etc. Para cada imagen hay muchas variantes y eso provoca la sorpresa y el extrañamiento en lugar de la obsesión ante la idea propia. Cada una de mis imágenes propuestas deja de ser mía al momento que las convido al grupo. Mis imágenes intervenidas ya no reflejan mi definición de rebeldía y búsqueda ni se limitan a mi imaginación personal: se han transformado en matriz o en una especie de palabra peregrina carente de significado y cuyos significantes se multiplican ad infinitum.
Las imágenes intervenidas servirán de materia prima para trabajar la estructura, la forma y sentido de una escena. Una escena es la composición de varias imágenes, la consigna es proponer una escena seleccionando tres imágenes de las muchas que se han propuesto. Recién ahora empezamos a sumar palabras, textos que han sido producidos individual e independientemente de las imágenes. Hemos partido de lo más personal, como es el recuerdo, para luego vaciar el procedimiento individual y hacerlo colectivo. Lo personal se torna en materia y material escénico de todos para todos.
El próximo paso es el montaje con las escenas y las imágenes que contienen migración y movimiento constante resultado de conexiones múltiples. Alice y Gonzalo son los encargados de plantear coordenadas y trazar constelaciones para montar con cada uno de los dos grupos, dos obras breves que serán el festín, el apthapi a ser convidado con el público al finalizar la residencia-taller. El acontecimiento teatral es siempre una especie de ofrenda, de entregarse al otro y recibir del otro porque no hay obra sin el cuerpo del actor, de la actriz, ni hay teatro sin la mirada del público. Por eso, las imágenes, las escenas son para cada uno de los espectadores, algo así como los misterios donde no hay mensajes, sólo indicios, pautas para seguir descifrando, reflexionando.
Cuarto convivio: Wayar qancha (sangre luminosa)
Luego de algunos días y de ir iniciando las jornadas de trabajo trapeando la sala, se nos indica que para el día siguiente debemos ayunar, que no habrá trapeado de piso y que es necesario empezar con el estómago liviano. Día a día fuimos entregando todo por medio de la improvisación, de la composición, del montaje. Ese despojo fue el paso indispensable para transitar de la creación individual a la creación colectiva que posibilita que tenga lugar la comunidad afectiva en la que el hacer del ser va discurriendo raíz, rizoma, tejido, aliento.
Pero, si se entrega todo, ¿cómo evitar que el actor quede vacío, sin energía, ausente de sí mismo, diluido en lo común, lo amorfo, el todo o la nada? ¿Cómo abordar metodológicamente la emergencia, generación y sostenibilidad de la presencia escénica del actor que no sea mera comparecencia? ¿Cómo y por qué habitar el propio cuerpo a partir de otros principios que comprenden otros caminos de interactuar en y con el entorno?
En ayunas entramos a la sala vacía y nos colocamos todos agrupados en una esquina, nos conocemos apenas de hace unos días, pero pareciese que vamos andando juntos desde hace mucho. La puerta se abre y entra una tropa de tres tocando julas, wancara y charango al son de un ayarichi; saludan y piden permiso a las cuatro esquinas del espacio, empezando por la del sol saliente. Somos invitados a seguirlos por el espacio sosteniendo con una mano a uno de los compañeros. El sonido del ayarichi con-mueve y genera una sintonía, una vibración, un ritmo de desplazamiento. Gonzalo, que es uno de los tres de la tropa, nos dice muyu, muyu. Nos ponemos en círculo y vamos cediendo a la columna vertebral el control del movimiento. Nos ponemos en situación fetal para atravesar la superficie de la tierra y habitarla en sus entrañas para luego germinar y aprender a volar. Alice, otra integrante de la tropa, junto con Gonzalo nos permiten habitar nuestros cuerpos y sentir nuestra respiración para alcanzar ciertos estados y experimentar situaciones en el umbral entre la técnica heredada por occidente y los thakis andinos que comprenden alientos, cantos, movimientos coreografiados cuyo fin es hacer caminar al tiempo, haciéndole dar vueltas y acompañar afectivamente al ciclo agrario. Alice y Gonzalo han desarrollado un entrenamiento y una práctica artística a partir de saberes y haceres andinos y principios provenientes de la ceremonia del tinkuy y de los ayarichis.
Se nos pide inhalar el 60% del aire que cabe en los pulmones por la boca y el 40% restante por la nariz para exhalar de nuevo con un "pa" pronunciado. Repetimos esto hasta que permanecemos en apnea después del último "pa". El fin de este tipo de respiración es reconocer en nuestro cuerpo, nuestro metabolismo, nuestros órganos las tres pachas y poder transitarlas. La respiración nos permite estar en el hanan pacha, donde predomina el razonamiento, o descender a uku pacha, la estancia de las pasiones, la locura, para luego encontrar el equilibrio en el kay pacha, el lugar del aquí y ahora. La respiración nos permite también encontrarnos con el aire, el viento que nos posibilita la circulación, el movimiento para no quedarse por mucho tiempo en el aleteo del cóndor, la levedad de la atmósfera, ni dejarnos atrapar por la oscuridad, la pesadez, el misterio de la serpiente, sino manifestarnos con las dos energías y sus vibraciones en el aquí y ahora para estar presentes cual guerreros del tinkuy, ese guerrero que se entrega en sacrificio para un bien mayor. Yawar qancha es una práctica ritualizada de preparación para estar presente en el presente de la escena y del día a día.
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Yawar K’ancha en el intercambio con ONTOLAB e Yvyrasacha en Campo Lindo. Foto de María Callejas. |
A diferencia de los otros días, hoy hemos empezado a indagar y alcanzar una consciencia distinta al son de los julas, la wankara, el charango, el canto, el zapateo, la respiración. Hemos probado de manera individual energías e intensidades específicas de las tres pachas y hemos aprendido a generar y escuchar el latido de la comunidad. Aquí ya no se trata de convidar las ideas, los pensamientos individuales al compañero porque aquí el YO existe sólo y en tanto existe la relación entre los compañeros, con el entorno, con el territorio, con todo lo existente. Con la vibración de los julas, con los alientos de los compañeros y de otros existentes, con-moviéndonos, afectándonos mutuamente empiezan a activarse sensaciones, sentimientos de una memoria que algunos la conectan a sus raíces, a sus ancestros. Yo conecto esa memoria, ese estado de transe no con el origen familiar ni cultural, sino con el principio mismo de la vida que es la muerte. Y segundo a segundo voy sintiendo que mi cuerpo deviene montaña, río, pájaro, piso, árbol, viento, lluvia, agua, viento, rayo, cóndor, memoria, tiempo y espacio.
Gonzalo y Alice asumen todos los cuidados para diluir el yo contenido en un cuerpo y para volverlo a constituir con otra consciencia. Al finalizar la sesión, después de desatar las fajas protectoras pedimos a nuestro ajayu volver a habitar el cuerpo personal llamándolo por el nombre propio.
Al día siguiente tiene lugar la peregrinación y acontece el primer gran encuentro, el tinkuy entre dos comunidades. Antes de acudir a ese encuentro pedimos permiso a los vientos para cantar, tocar julas y zapatear con el fin de despertar a las pachas. Con esta metodología las fuentes culturales andinas que se hacen perceptibles a través de la propia música, fiestas y rituales dejan de ser meros referentes y se tornan en pensamiento, consciencia, estado y sentimiento. Por ende, no se trata sólo de un entrenamiento actoral ni de una práctica más, sino de un estar en el mundo siendo y haciendo mundo.
Una vez que acontece el tinkuy, donde dos comunidades de guerreros se han ofrecido en sacrificio, no como resultado de una dicotomía, sino como la tensión necesaria e inevitable de la bipolaridad, toca volver a ser otra vez uno. Para ese retorno, Alice y Gonzalo apelan nuevamente a los ayarichis, la ceremonia fúnebre de los yamparas que se toca y coreografía en tiempo seco para los santos o almas olvidadas. El Yawar qancha ha dado lugar a un tejido de abrazos tupidos, sostenidos, que intuyo permanecerá más allá de lo visible y del presente. Presiento que así será, porque en cada abrazo hay lágrimas en los ojos y de los labios brotan un gracias y un jallalla.
Quinto y último convivio: presentación de las dos propuestas escénicas
A lo largo de los últimos días hemos propuesto, producido y generado tantas imágenes, textos, historias, recuerdos y temas que de tal acopio cada uno de los asistentes a la residencia tendría material para escenificar muchas obras. Pero eso no ha sido el objetivo central de la residencia, sino invitarnos a trazar nuestros propios mapas artísticos y teatrales con nuestras propias coordenadas.
Antes de que nos digamos adiós en el comedor y cada uno abrace su destino, como comunidad nos toca convidar al público dos obras breves resultado de investigaciones personales y colectivas relacionadas con nuestros entornos, nuestra memoria, nuestro hacer. Para ello Gonzalo trabaja con un grupo y Alice con otro; de cada uno se aprende y comprende mucho. Cada grupo desconoce el montaje del otro.
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Presentación al final de la residencia en Yotala. Foto Ruarispakani. |
El día de la función viene mucha gente y presencia tanto el montaje dirigido por Alice, donde predomina el texto, la poesía, el collage, como el montaje dirigido por Gonzalo que está centrado en una historia que se desarrolla por medio de metáforas, alusiones, con frases breves. Hay imágenes que se repiten en ambos montajes pero sugieren mundos de sentido distintos.
Ruarispakani significa creando soy y el primer acto creador son los vínculos y los entramados en los que discurre la existencia del ser actor. Pero, lo que se comparte en la residencia no es exclusivo para actores, actrices o artistas. Ruarispakani es una invitación para cualquiera que busque alcanzar otro estado de consciencia y aprender a estar presente con uno, con los demás, con el entorno, afinando la atención con los territorios y discurrir en el presente entrelazando pasado y futuro.
Teatro de los Andes ha hecho una alianza de investigación e intercambio con el Laboratorio de Estudios Ontológicos y Multiespecie (ONTOLAB), dependiente de la Carrera de Antropología, y con Yvyrasacha para intercambiar saberes, metodologías y prácticas.