sábado, 6 de septiembre de 2025

Las paces de una mujer llamada Wilde




Maritza Wilde en la obra Adjetivos junto a David Mondacca. Foto: Arvhivo Mabel Franco.


“Mi vida personal no está disociada del teatro”, decía Maritza y lo demostró cada día, incluso hasta la madrugada del reciente 30 de agosto. Y, como sabía que el teatro es acción, arengó Fitaz tras Fitaz a hacer del arte una oportunidad para desarmar toda guerra, toda violencia. Tal el legado de Maritza Wilde.

Mabel Franco Ortega

La paz se había convertido en la gran preocupación de Maritza Wilde. Por eso, en determinado momento de los iniciales del Festival Internacional de Teatro de La Paz (Fitaz), su creadora decidió darle un doble sentido a eso de “la paz”: el de la ciudad, claro, pero también el del estado, el sentimiento, la aspiración humana tan difícil de alcanzar y de sostener.

Para Maritza, el teatro –que conoció desde adentro, como actriz, como directora, como dramaturga, como gestora–, podía y debía ayudar a evitar conflictos que destruyen futuros y que eternizan odios. Cómo no, se dijo, si en el escenario las personas, aun las de las más diversas ideas, logran encontrarse, logran darle un giro al conflicto y convertirlo en una herramienta para edificar. Cómo no, según lo comprobó una y otra vez, si desde el escenario se proyecta eso que se llama humanidad.

Por eso, el Fitaz –que desde 1999 nos viene acercando el mundo encarnado en actores, actrices, escenógrafos, autores, músicos, bailarines, etc., y sembrando evidencia de que los seres humanos seremos distintos, pero podemos descubrirnos como iguales– tiene un lema que hay que recordar… o, mejor, asumir como el mayor legado de Maritza: Teatro por la paz en el mundo.

Una autoconstrucción

Abro paréntesis, respetuosamente.

Quién fue esta mujer de teatro, esta boliviana nacida en Perú que construyó su vida como se construye un personaje. Cuántos años tenía Maritza. Cuál era su nombre de soltera. Dónde había nacido.

Fue en los últimos años antes de su muerte, ocurrida el 30 de agosto de 2025, que ella aceptó ir entregando información antes estratégicamente velada.

Me tocó entrevistarla muchas veces, incluso charlar como amigas largas horas por el teléfono fijo; pero apenas intentaba saber más de su vida pasada, me salía con que eso no era importante, que lo que importaba era lo que hacía en el teatro, que eso era ella. Su paz, sostengo, estuvo en mantener el enigma.

En 2021, luego de la cuarentena por la pandemia de Covid 19 que ella vivió en estricto confinamiento junto a su esposo Agustín, Maritza tomó la decisión de retirarse para siempre de los escenarios. “No del teatro”, me aclaró, “pues voy a escribir y quizás haga radioteatro, pero aparecer, nunca más”.

Creo que sólo después de tal decisión pudo decirle a Ricardo Bajo, que la entrevistó en 2023, que fue bautizada como Maritza Muyo Urrutia, hija única del limeño Sergio y la orureña Blanca. Que nació en Tacna, vivió en Lima y a los 12 años llegó a La Paz.

Lo que sin embargo no dijo es el año de su nacimiento, dato que supo eludir dando pistas difusas sobre los tiempos de estudio, matrimonio e incorporación a elencos de danza, de teatro y de viajes al extranjero. 

Qué importa ahora si Maritza superaba los 80 años con creces. En su necrológico figura que nació en 1948 y hay que aceptarlo. Ella se ocupó todo el tiempo de burlar al tiempo conservando la cabellera larga impecablemente cepillada y teñida de caoba y de rojo. De hecho, un día antes de morir y pese a su delicado estado de salud, ella habría cumplido el rito de ser peinada y acicalada. Consciente de que el vestuario hace al personaje, se dotó de mitones de variados colores para combinar con el resto de su ropa y de paso esconder lo que las manos develan y no se puede maquillar.

Maritza Wilde (Estelle) y Georgina Tejada (Inés) en la obra A puerta cerrada (Jean Paul Sartre). Foto: Archivo Mabel Franco

Ya quisiera cualquiera cuidarse tanto a la hora de salir a la escena cotidiana. Y, en definitiva, qué importancia puede tener la cronología exterior si ella hizo lo que las grandes actrices. Se sabe que Sarah Bernhardt convencía de que era la jovencísima Juana de Arco cuando la actriz tenía ya 46 años. Y Maritza, con más de 60 encarnó a una joven Estelle intentando conquistar al cobarde Garcin en A puerta cerrada.

Quizás haya que contar los años juveniles de Maritza a partir de su matrimonio con don Agustín. Porque fue entonces que nació no Maritza Muyo de Wilde, ni siquiera Maritza de Wilde, sino Maritza Wilde. Un sello, una personalidad.

Inagotablemente Maritza

Es a Maritza Wilde que se le debe una larga lista de obras actuadas, dirigidas y/o escritas por ella entre los años 70 del siglo XX y los 2000: De brujas y alcoviteiras, La casa de Bernarda Alba, El médico a palos, El escudo y la piedra, El cofre de selenio, Don Juan, …seis oficios a saber, Fuenteovejuna (en teatro de objetos), Madre coraje, El cerco de Leningrado, Los diarios de Adán y Eva, etc. etc.

Afiche de la obra que escribió Maritza Wilde y que actuó junto a Ninón Dávalos. Foto: Archivo Mabel Franco.

Pero quizás su huella indeleble tiene más que ver con renunciar para multiplicarse. Lo dice en la entrevista que le hizo la productora Nicobis en 2006: hay que elegir, y elegir es también renunciar. No es que ella dejase de escribir y actuar, pero el Fitaz le fue reclamando tiempo y seguramente obligándola a postergar su labor creativa. Lo que sí, el propio Fitaz le afinó la sensibilidad respecto del quehacer de otros y otras, de manera que actores, actrices, dramaturgos/as, grupos, elencos la tuvieron muy cerca para escuchar su voz de aliento, decisiva en muchos casos para reafirmar vocaciones y conseguir así que el teatro en Bolivia se renueve. Siendo de tal modo, calcúlese cuántos años concentró esta mujer en una sola vida.

De hecho, entre 2024 y 2025, atestigua Iris Mirabal, gestora cultural y amiga de la pareja Wilde, Maritza pareció haberse recargado de la energía que le absorbió la pandemia. Preparó y entregó la memoria del Fitaz, pergeñó y gestionó la fiesta teatral del Bicentenario que en mayo se concretó en Sucre como un Fitaz extraordinario, estaba dirigiendo una obra en la que iba a actuar Fernando Romero, preveía la publicación de sus obras dramatúrgicas…

Hay que cerrar paréntesis nostálgicamente.

Escena y vida

Marzo de 1999; primer Fitaz. Un actor, una mesa, una lámpara: Ejecutor 14 de Teatro Camino (Chile). Héctor Noguera, el teatrista que ya antes había llegado a Bolivia con cinco obras gracias a Maritza Wilde (entre ellas, De las consecuencias de mucho leer, Siberia y La vida es sueño), se pone en la piel de una víctima de la guerra que, tras el trauma, emerge como un victimario, un fanático dispuesto a matar.

Héctor Noguera de Teatro Camino. Fue parte del primer Fitaz. Foto Roberto Sosa. 

Ejecutor 14, del dramaturgo egipcio Adel Hakim, se presentó en la sala Modesta Sanginés la misma noche en que la OTAN comenzaba una serie de bombardeos contra Yugoslavia. En esos ataques hubo casi 6.000 víctimas civiles y, ahora lo pregunto pensando también en Irak, en Palestina, en Bolivia, quién sabe cuántos nuevos ejecutores. ¿Coincidencia? Destino, Maritza: escena y vida. Tu “vida personal no está disociada del teatro”, como afirmaste en 2006.

El teatro es un frente de batalla pacífica, valga la paradoja, y tú teatrista y espectadora, que lo asumiste clarísimamente, nos lo viniste repitiendo en cada Fitaz, incluso el de 2024, el último desde el que, ya como presidenta honorífica toda vez que Bernardo Arancibia había asumido la conducción del festival en 2022, nos pediste en un video: no olviden que hay mucha gente sufriendo violencia, que hay demasiadas guerras. “No olviden”.

No (te) olvidaremos.

 

 





No hay comentarios:

Publicar un comentario