"Y he fracasado muchas veces", dice la actriz que libra una batalla contra el cáncer que, lo cuenta sin pizca de autocompasión, está perdiendo, si perder implica que las células malignas están descontroladas. Porque si de espíritu y ganas de vivir se trata, ella ha vencido a la enfermedad.
Mabel Franco Ortega, periodista
El 6 de noviembre, María Elena Alcoreza Bedregal se calzará
una vez más las botas de un gato. Ya en personaje, pondrá su inteligencia y
astucia al servicio de otros, a fin de que sean felices para siempre…
Actriz, animadora de eventos infantiles, psicóloga, madre,
abuela... María Elena ha vivido –vive--intensamente sus días desde hace más de
medio siglo, buena parte de ellos junto a niños y niñas que la recordarán, de
seguro, por fiestas de cumpleaños fuera de serie.
“Actúo desde que tengo uso de razón”, responde la artista a
la pregunta sobre desde cuándo. Sus compañeras y maestras del colegio Santa
Teresa fueron testigos de sus andanzas. “Yo era como el comodín, la que estaba
en todos los cursos, bailando, representando –fui incluso la Virgen de
Guadalupe—y poniendo en apuros a mi mamá, María Elena Bedregal, quien no pocas
veces debía coser los trajes en una sola noche”.
Bailarina, fue alumna de danzas españolas de Carmen Bravo. A
sus 12 años, una amiga le comentó sobre unos cursos que dictaba el declamador
Ignacio Duchén de Córdova y ella se entusiasmó. “Lo único que me preocupaba era
el costo, pues en mi familia no teníamos dinero; así que mi alegría fue total
cuando me enteré de que era gratis y que al cabo de las charlas se iba a reunir
a un grupo de chicos y chicas para actuar en la televisión”.
Eran los años iniciales de la televisión boliviana y Duchén
de Córdova iba a producir, entre varios otros programas, “Antología de
América”. Apenas el maestro constató la expresividad de la alumna, ésta fue reclutada:
“La química fue total; por mi parte, nunca conocí a un hombre con tal pasión y
entrega a su trabajo; fue providencial que yo cayera en sus manos”.
Así comenzó una carrera profesional que, si el medio
audiovisual boliviano tuviese memoria, rendiría homenaje a una actriz que le
dio a la pantalla personajes entrañables para la niñez y adolescencia de
inicios de los años 70.
A falta de imágenes preservadas, ni siquiera una fotografía,
valgan las palabras para evocar: María Elena vestida con un traje español
declamando eso de “Quién sabe por qué espacios / brumosos y desiertos! /Oh,
Padre de los vivos, a dónde van los muertos, / a dónde van los muertos, Señor,
a dónde van?”.
Esos versos que la artista repite ahora, irían cobrando
sentido íntimo cada vez que un ser querido partió de su lado: su hermano Juan Jorge,
su madre… Y, lo dice sin remilgos María Elena, su experiencia
frente a la cercanía de la propia muerte: el cáncer contra el que lucha desde
hace varios años y que “parece que va a vencerme”.
Pero no la ha vencido todavía. El dolor, las incomodidades
que le causa la enfermedad, no minan su carácter alegre, explosivo. De hecho,
durante la charla no hay ni pizca de autocompasión. Apenas unos segundos de
seriedad, y ya está llena de vida, con los enormes ojos guiando al interlocutor
por los recuerdos y por los planes para el futuro.
¿Cómo se logra ser así? “Dios me dotó de una voz
impresionante. Una compensación para mi tamaño: mido 1.50 de estatura, pero soy
capaz de dominar auditorios de más de 400 personas, fiestas con niños y niñas
bulliciosos. ¿Sabes? Mi mamá era una ‘deditos de oro’ para resolver
emergencias, una cualidad que heredé. Sé hacer de todo y a todo me animo:
arreglar una plancha, reparar un enchufe, coser lo que sea. No le temo al
fracaso y mira que fracasé muchas veces, pero aquí estoy”.
Corazón de niña
A sus 14 o 15 años, junto a Victoria Zuazo y Margarita
Araúz, la adolescente fue parte de programas de televisión como “Hola, chicos”
y “Había una vez…”. María Elena se inventó un personaje infantil: una niñita de
coletas, vestidito corto y muy parlanchina. Se diría que la Chilindrina la
copió, porque ésta surgió años después, pero no es posible, claro. Lo injusto, y
las injusticias con las heroínas nacionales de la Tv parecen una norma, es que
a la niñita de nombre Paquita se la ha olvidado. Como no se recuerdan las escenas
mitad ensayadas, mitad improvisadas, que eran un derroche de humor.
De encuentros providenciales está llena la vida de la
actriz. Uno entre ellos se dio en su juventud, cuando llegó a Bolivia la
argentina María Inés Colette, una animadora infantil. “Tienes pasta de líder”,
le habría dicho. “¿Sabes hacer títeres?”. María Elena no sabía, pero aceptó la
invitación de Colette para ayudarla a animar el cumpleaños del hijo de su jefe.
Unas cabezas de muñeca, trapos para el cuerpo, una frazada como telón y la
fiesta fue un éxito.
“Soy la primera animadora que hubo en el país. La primera.
Así me gané la vida hasta hace dos años; mi agenda estuvo llena siempre y tuve
mil anécdotas con primeras damas y otras autoridades que me convocaron, lo que
me permitió conocer a presidentes junto a sus nietos, divirtiéndose y pasando vergüenzas
también”.
La amistad con Vicky Zuazo, quien por entonces estaba casada
con David Santalla, acercó a María Elena al elenco del comediante boliviano. Lo
poco ortodoxo del método del creador de personajes como Toribio, Salustiana y
Enredoncio para elegir actrices y actores llamó la atención de la joven, que ya
por entonces era una universitaria. Santalla la convocó y le pidió que hiciese
como si estuviese espiando por el ojo de una cerradura, que se diese la vuelta
para mirarlo y dijese: “No estoy haciendo nada”. Santalla dio por concluida la
prueba con un “Listo, toma el libreto, vamos a hacer la obra”. A partir de
entonces, María Elena fue pareja del actor en muchas de las exitosas comedias,
la primera de ellas “Toribio y Julieta”, que se representaban durante 15 días y
con teatro lleno.
“Ya cuando ‘envejecí’, Toribio, un personaje eternamente
joven, me cambió”, se ríe María Elena.
La menuda joven conquistó, en esos años, a “un bombón”: David
Mondacca. El actor y la actriz se casaron y tuvieron un hijo, Juan Jorge (Koky), un joven hoy de 28
años que, en la obra “El gato con botas” –que será parte de Escénica, encuentro
que se desarrollará en escenarios municipales durante el mes de noviembre--, es
el afortunado compañero del minino.
La excelente actriz que es María Elena se ha mostrado, en el
teatro, pocas veces. Una lástima, como ahora admite ella misma. “La animación
me ocupó y yo esperé siempre a que me llamaran, cuando pude producir mis
propias obras; no hacerlo fue mi error”.
En cine, hizo su aparición en “Los Andes no creen en Dios”
(Antonio Eguino), como la beata Tina Tovar. Y también en “Olvidados” (Carla
Ortiz).
Como hito de su trabajo en escena figura la obra “Un
paraguas bajo la lluvia” (Víctor Ruiz Iriarte), dirigida a principios de los 90
por Ninón Dávalos de Kushner, en la que María Elena hacia cuatro personajes tan
distintos, que sólo al final de la obra el público se daba cuenta de tremenda
hazaña. Fue asimismo un delirante Marqués de Sade que disfrutaron y sufrieron sus compañeras Sandra Peña y Claudia Andrade en un escenario nada convencional como fue El Socavón de la avenida 6 de Agosto. Y está también, muy caro para ella, el Juan Josellillo de la obra “No
le digas”, creada y actuada por Mondacca como homenaje al universo de Jaime
Saenz.
Alcoreza (centro) como el Marqués de Sade flanqueada por Claudia Andrade y Sandra Peña. Foto: Archivo MF |
Mondacca, su exmarido, del que se divorció tras cinco años
de matrimonio, es no sólo un gran amigo, “es mi hermano”. Él la ha convocado
muchas veces para sus obras, la más reciente, “El delirio de Lara”, en la que
la actriz asoma casi al final como el fantasma del hermano del
pintor Raúl Lara (hermano desaparecido durante la dictadura de los 70 en Argentina), para acompañarlo en el tránsito de la muerte.
Con MondaccaTeatro es que hizo, a principios de los años
2000, “El gato con botas” (cuento popular en versión de Charles Perrault),
montaje en el que María Elena es el centro y que ha sido repuesto en varias
oportunidades. “Adoro esta obra; mi corazón de niña, intacto, late cuando
escucho los gritos de los chicos y sus padres, sus risas, y yo salto y maúllo
llena de vida”. Esta vez, “la enfermedad no va a detenerme”.
María Elena Alcoreza en octubre de 2016 como el Gato con botas. En primer plano, su hijo Koky Mondacca. Foto: Carla Fanola. |
Su mayor deseo era actuar también junto a su hija Alejandra,
una adolescente que nació de su segundo matrimonio, con Luis Eduardo Siles
--“de quien me enamoré al escucharle en un discurso dedicado a su padre”--, y
que “baila y tiene una voz preciosa”. No se pudo, así que la muchacha estará tras bambalinas, una presencia infaltable, de todas maneras, desde que su madre la esperaba: "siempre está a mi lado, desde que la tenía en mi panza y se me ocurrió estudiar Psicología en la Universidad Católica Boliviana”.
El 6 de noviembre, la actriz tiene una cita en el Teatro
Municipal “Alberto Saavedra Pérez”. Se lo recordamos cuando falta un mes para
ese día y ella, que lleva como el gato botas preciosas, eleva sus inmensos ojos
hacia el cielo y habla con El de Arriba como para pedirle permiso y un poco
amenazarlo: “6 de noviembre: ¿Estás escuchando?”.
Nota publicada en Jiwaki, la revista del GAMLP del cuarto trimeste de 2016.
NdAutor: María Elena Alcoreza murió en diciembre de 2016.
Precioso retrato de una niña eterna. Gracias Mabel.
ResponderEliminarMaría Elena Alcoreza,una actriz que dejó huella imborrable.
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