viernes, 18 de diciembre de 2015

Ollantay, el turno del dramaturgo

Una puesta a la manera de mercado popular, con chiwiña, puestos dispuestos en el piso, acumulación de objetos folklóricos, dan la idea: vamos a tener que comprarnos la historia, regatear por ella desde nuestra capacidad de jugar, caer a ratos en la trampa del gato por liebre y, si cada quien cumple su rol, llevarnos a casa el caos o, mejor, muchas preguntas para intentar ordenarlo: sobre el teatro, sobre los actores, sobre los incas y los españoles, sobre la colonización, la apropiación, el despojo aun de los imaginarios.




Mabel Franco, periodista

Buenas actuaciones, recurso narrativo coherente con el discurso de la obra, equilibrado tono de tragedia y comedia para enfatizar en el juego de realidad y ficción, entre historia y opción teatral. Estas tres cualidades hacen de "Ollantay por Amassunu", creación precisamente del elenco Amassunu, un buen ejemplo de lo que la Escuela Nacional de Teatro está aportando a la escena .
La propuesta, dirigida por Marcos Malavia, recuerda lo planteado por “El turno del escriba”, obra ganadora del Premio de Novela Alfaguara, y en el que las autoras reivindican el poder de quien toma la palabra para narrar la realidad: el escriba es el dueño, él configura la nueva realidad y en esto radica el poder de su arte. Tal cual pasa, debería pasar a conciencia, con el director de una obra teatral que a la hora de tomar las riendas de ésta se convierte en el dramaturgo.
En Ollantay se apela a un drama escrito en quechua. Las tres versiones sobre su origen, que enfrentan a investigadores, son el nudo de la obra. ¿Cuál es la verdad? ¿Pasó realmente lo que se narra? ¿Los incas estructuraron así el amor trágico de Ollantay y Kusi Q’oyllur? ¿Cuánto intervinieron los españoles a la hora de darle formato teatral al texto? ¿Y a la hora de sellar el final feliz?
El elenco decide contar no tanto el caso del soldado enamorado y rechazado por el Inca como pretendiente de su hija, sino aprovechar este hecho, sea leyenda o sea historia, para hablar del teatro mismo, de la mentira que se construye entre los que actúan y los que los miran actuar.
Las formas
Una puesta a la manera de mercado campesino, con chiwiña, puestos dispuestos en el piso, acumulación de objetos folklóricos (máscaras, cerámica) dan la idea: vamos a tener que comprarnos la historia, regatear por ella desde nuestra capacidad de jugar, caer a ratos en la trampa del gato por liebre y, si cada quien cumple su rol, llevarnos a casa el caos o, mejor, muchas preguntas para intentar ordenarlo: sobre el teatro, sobre los actores, sobre los incas y los españoles, sobre la colonización, la apropiación, el despojo aun de los imaginarios.
La disposición circular del espacio escénico, por el que los personajes se ven obligados a girar, habla también de la historia que no es una, que no es lineal.
Que uno repara en todo ello es mérito, cómo no, de los actores que ocupan ese espacio, que se transforman ante los ojos de los espectadores, que son uno y varios personajes. Antonio Peredo ha crecido enormemente, si se comparan sus primeros ejercicios en escena con lo que va haciendo y que ya se vio en La brújula del Chaco”. Aquí, es el Ollanta trágico que encuentra en el bufón encarnado por Marcelo Sosa o en el inca amanerado que es Javier Amblo, el contrapunto ideal.
Susy Arduz y Selma Baldiviezo se multiplican, son el guerrero, la doliente princesa… son uno y muchos. Un acierto es, además, que a la hora de dar vida a la niña Ima Súmaj se evite la caricatura casi inevitable en la que cae un adulto y se prefiera usar una marioneta. 
Hasta ahí los méritos que pesan más que aquello que podría reclamarse, pero que vale la pena mencionar: narrativamente, el principio de la obra se enreda demasiado, lo que dificulta entrar en ella; hay un excesivo afán de remarcar en que todo esto es ficción y, en ese sentido, la inclusión, por ejemplo, de un baile al son de Get Lucky (Daft Punk), resulta casi didáctico en la intención, por lo demás muy clara, de borrar tiempos y discursos absoluto; y lo propio se puede decir de algunos objetos dispuestos en el mercado (las máscaras de moreno), que quedan nomás como decorado.
Lo peor, en todo caso, son los escasos días en que esta obra estuvo en La Paz. Lo bueno es que seguramente tiene su paso asegurado para el FITAZ 2016, oportunidad en la que se podrá hacer justicia de la única manera que es posible hacerlo: viéndola.

Ficha técnica
Director: Marcos Malavia
Título: Ollantay por Amassunu
Dirección: Marcos Malavia
Actores/actrices: Antonio Peredo, Marcelo Sosa, Javier Amblo, Susy Arduz, Selma Baldiviezo Cassís
Adaptación dramatúrgica: Amassunu
Duración: 60 minutos
Público: Todo público
Asistencia de dirección y luces: Javier Alcocer
Puesta en escena: Amassunu
Diseño de iluminación: Marcelo Sosa
Sonorización: Juan Pedro Montefinale – Amassunu (fragmentos musicales de Alfredo Coca Antezana)
Diseño gráfico: Natalia Peña
Fotografía: Erika Pereyra J.
Asesoramiento vocal: Karina Troyano
Producción general: Amassunu

Otras críticas
http://www.la-razon.com/index.php?_url=/opinion/columnistas/Urgente-inca-perdona-Ollantay_0_2379362054.html

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