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Maritza Wilde en la obra Adjetivos junto a David Mondacca. Foto: Arvhivo Mabel Franco. |
“Mi vida
personal no está disociada del teatro”, decía Maritza y lo demostró cada día,
incluso hasta la madrugada del reciente 30 de agosto. Y, como sabía que el
teatro es acción, arengó Fitaz tras Fitaz a hacer del arte una oportunidad para
desarmar toda guerra, toda violencia. Tal el legado de Maritza Wilde.
Mabel Franco
Ortega
La paz se había convertido en la gran preocupación de
Maritza Wilde. Por eso, en determinado momento de los iniciales del Festival
Internacional de Teatro de La Paz (Fitaz), su creadora decidió darle un doble
sentido a eso de “la paz”: el de la ciudad, claro, pero también el del estado,
el sentimiento, la aspiración humana tan difícil de alcanzar y de sostener.
Para Maritza, el teatro –que conoció desde adentro,
como actriz, como directora, como dramaturga, como gestora–, podía y debía
ayudar a evitar conflictos que destruyen futuros y que eternizan odios. Cómo
no, se dijo, si en el escenario las personas, aun las de las más diversas
ideas, logran encontrarse, logran darle un giro al conflicto y convertirlo en
una herramienta para edificar. Cómo no, según lo comprobó una y otra vez, si
desde el escenario se proyecta eso que se llama humanidad.
Por eso, el Fitaz –que desde 1999 nos viene acercando
el mundo encarnado en actores, actrices, escenógrafos, autores, músicos,
bailarines, etc., y sembrando evidencia de que los seres humanos seremos
distintos, pero podemos descubrirnos como iguales– tiene un lema que hay que
recordar… o, mejor, asumir como el mayor legado de Maritza: Teatro por la paz
en el mundo.
Una
autoconstrucción
Abro paréntesis, respetuosamente.
Quién fue esta mujer de teatro, esta boliviana nacida
en Perú que construyó su vida como se construye un personaje. Cuántos años
tenía Maritza. Cuál era su nombre de soltera. Dónde había nacido.
Fue en los últimos años antes de su muerte, ocurrida el
30 de agosto de 2025, que ella aceptó ir entregando información antes
estratégicamente velada.
Me tocó entrevistarla muchas veces, incluso charlar
como amigas largas horas por el teléfono fijo; pero apenas intentaba saber más
de su vida pasada, me salía con que eso no era importante, que lo que importaba
era lo que hacía en el teatro, que eso era ella. Su paz, sostengo, estuvo en
mantener el enigma.
En 2021, luego de la cuarentena por la pandemia de
Covid 19 que ella vivió en estricto confinamiento junto a su esposo Agustín,
Maritza tomó la decisión de retirarse para siempre de los escenarios. “No del
teatro”, me aclaró, “pues voy a escribir y quizás haga radioteatro, pero
aparecer, nunca más”.
Creo que sólo después de tal decisión pudo decirle a
Ricardo Bajo, que la entrevistó en 2023, que fue bautizada como Maritza Muyo
Urrutia, hija única del limeño Sergio y la orureña Blanca. Que nació en Tacna,
vivió en Lima y a los 12 años llegó a La Paz.
Lo que sin embargo no dijo es el año de su nacimiento,
dato que supo eludir dando pistas difusas sobre los tiempos de estudio,
matrimonio e incorporación a elencos de danza, de teatro y de viajes al
extranjero.
Qué importa ahora si Maritza superaba los 80 años con
creces. En su necrológico figura que nació en 1948 y hay que aceptarlo. Ella se
ocupó todo el tiempo de burlar al tiempo conservando la cabellera larga
impecablemente cepillada y teñida de caoba y de rojo. De hecho, un día antes de
morir y pese a su delicado estado de salud, ella habría cumplido el rito de ser
peinada y acicalada. Consciente de que el vestuario hace al personaje, se dotó
de mitones de variados colores para combinar con el resto de su ropa y de paso
esconder lo que las manos develan y no se puede maquillar.
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Maritza Wilde (Estelle) y Georgina Tejada (Inés) en la obra A puerta cerrada (Jean Paul Sartre). Foto: Archivo Mabel Franco |
Ya quisiera cualquiera cuidarse tanto a la hora de
salir a la escena cotidiana. Y, en definitiva, qué importancia puede tener la
cronología exterior si ella hizo lo que las grandes actrices. Se sabe que Sarah
Bernhardt convencía de que era la jovencísima Juana de Arco cuando la actriz
tenía ya 46 años. Y Maritza, con más de 60 encarnó a una joven Estelle
intentando conquistar al cobarde Garcin en A
puerta cerrada.
Quizás haya que contar los años juveniles de Maritza a
partir de su matrimonio con don Agustín. Porque fue entonces que nació no
Maritza Muyo de Wilde, ni siquiera Maritza de Wilde, sino Maritza Wilde. Un
sello, una personalidad.
Inagotablemente
Maritza
Es a Maritza Wilde que se le debe una larga lista de
obras actuadas, dirigidas y/o escritas por ella entre los años 70 del siglo XX
y los 2000: De brujas y alcoviteiras,
La casa de Bernarda Alba, El médico a palos, El escudo y la piedra, El
cofre de selenio, Don Juan, …seis oficios a saber, Fuenteovejuna (en teatro de objetos), Madre coraje, El cerco de
Leningrado, Los diarios de Adán y Eva,
etc. etc.
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Afiche de la obra que escribió Maritza Wilde y que actuó junto a Ninón Dávalos. Foto: Archivo Mabel Franco. |
Pero quizás su huella indeleble tiene más que ver con
renunciar para multiplicarse. Lo dice en la entrevista que le hizo la
productora Nicobis en 2006: hay que elegir, y elegir es también renunciar. No
es que ella dejase de escribir y actuar, pero el Fitaz le fue reclamando tiempo
y seguramente obligándola a postergar su labor creativa. Lo que sí, el propio
Fitaz le afinó la sensibilidad respecto del quehacer de otros y otras, de
manera que actores, actrices, dramaturgos/as, grupos, elencos la tuvieron muy
cerca para escuchar su voz de aliento, decisiva en muchos casos para reafirmar
vocaciones y conseguir así que el teatro en Bolivia se renueve. Siendo de tal
modo, calcúlese cuántos años concentró esta mujer en una sola vida.
De hecho, entre 2024 y 2025, atestigua Iris Mirabal,
gestora cultural y amiga de la pareja Wilde, Maritza pareció haberse recargado
de la energía que le absorbió la pandemia. Preparó y entregó la memoria del
Fitaz, pergeñó y gestionó la fiesta teatral del Bicentenario que en mayo se
concretó en Sucre como un Fitaz extraordinario, estaba dirigiendo una obra en
la que iba a actuar Fernando Romero, preveía la publicación de sus obras
dramatúrgicas…
Hay que cerrar paréntesis nostálgicamente.
Escena y vida
Marzo de 1999; primer Fitaz. Un actor, una mesa, una
lámpara: Ejecutor 14 de Teatro Camino
(Chile). Héctor Noguera, el teatrista que ya antes había llegado a Bolivia con
cinco obras gracias a Maritza Wilde (entre ellas, De las consecuencias de mucho leer, Siberia y La vida es sueño), se pone en la piel de una víctima de la guerra
que, tras el trauma, emerge como un victimario, un fanático dispuesto a matar.
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Héctor Noguera de Teatro Camino. Fue parte del primer Fitaz. Foto Roberto Sosa. |
Ejecutor 14, del
dramaturgo egipcio Adel Hakim, se presentó en la sala Modesta Sanginés la misma
noche en que la OTAN comenzaba una serie de bombardeos contra Yugoslavia. En
esos ataques hubo casi 6.000 víctimas civiles y, ahora lo pregunto pensando
también en Irak, en Palestina, en Bolivia, quién sabe cuántos nuevos
ejecutores. ¿Coincidencia? Destino, Maritza: escena y vida. Tu “vida personal
no está disociada del teatro”, como afirmaste en 2006.
El teatro es un frente de batalla pacífica, valga la
paradoja, y tú teatrista y espectadora, que lo asumiste clarísimamente, nos lo
viniste repitiendo en cada Fitaz, incluso el de 2024, el último desde el que,
ya como presidenta honorífica toda vez que Bernardo Arancibia había asumido la
conducción del festival en 2022, nos pediste en un video: no olviden que hay
mucha gente sufriendo violencia, que hay demasiadas guerras. “No olviden”.
No (te) olvidaremos.