lunes, 25 de marzo de 2024

Un muro que abraza

 

Japón ha aplicado en 33 puntos de talud de la Ruta 7, carretera boliviana que une Santa Cruz con Cochabamba, tecnología desarrollada para prevenir desastres. Las técnicas que respetan forma y movimiento de la naturaleza son ciencia, pero como las obras artísticas del búlgaro Christo, fascinan, sorprenden y cuestionan.

La ruta nacional 7, que une Santa Cruz con Cochabamba, es parte de los corredores de exportación de Bolivia. Entre Samaipata y Mairana se levanta ahora una obra de ingeniería civil japonesa.

El viento sopla intensamente en este soleado día de marzo. Los muchos árboles y arbustos vallunos se mueven al ritmo que aquel impone, y los cuerpos humanos se tambalean también; tal el capricho de esa fuerza invisible pero tan real que seguramente juega su papel en la erosión de los cerros y taludes que se suceden a lo largo de la carretera.

Estamos en la vía asfaltada que se conoce como “antigua” y que une a Santa Cruz con Cochabamba, justo en el tramo que está entre los municipios cruceños de Samaipata y Mairana. Si yo fuera el viento sentiría envidia porque, pese a la persistencia y el vuelo de papeles, sombreros y telas, las personas allí concentradas dedican toda su atención al coloso de concreto en que se convierte el talud a lo largo de un total de 583 metros.

Técnicamente, se trata de una obra de “Prevención de desastres en la Red Vial Fundamental 7”, que ha sido financiada por el Gobierno de Japón con una donación de 12,4 millones de dólares.


Estratégicamente, la obra debe poner a salvo a quienes transitan por la carretera y que no pocas veces, dice José Valverde, conductor de un bus de transporte de turismo, sufrieron las consecuencias del desprendimiento de tierra y de piedras. “He visto camiones con los parabrisas rotos y hemos sufrido cierres de la vía por derrumbes, sobre todo luego de las lluvias que aquí pueden ser torrenciales”, explica este hombre que hoy, 19 de marzo de 2024, ha prestado sus servicios a los funcionarios de la Embajada de Japón y de la Agencia de Cooperación Internacional del Japón (JICA) que debían llegar a la breve ceremonia de conclusión de la obra.

Podía haber sido una “entrega de obra”, pero desde el ministerio boliviano del ramo se dejó pasar el tiempo desde la conclusión de la empresa en noviembre de 2023, de manera que los japoneses tomaron la iniciativa de poner el punto final a un trabajo que, acordado en 2015 por los gobiernos de ambos países, se acabó en noviembre de 2023. El alcalde de Samaipata, Eustaquio Casilla, y la alcaldesa de Mairana, Ana Mendoza de Rosales, acudieron al acto para agradecer en nombre del Estado Plurinacional de Bolivia. Ya llegará el momento, acordado está, en el que el presidente Luis Arce acuda al lugar para el acto oficial.

Lo dicho por el testigo José, sobre lo inseguro que era el tramo, coincide con el informe de JICA, de 2013, basado en datos de la Administradora Boliviana de Carreteras (ABC), donde se justifica la necesidad de obras de seguridad en una vía que, por efecto del fenómeno de El Niño y las consecuentes lluvias, sufrió por ejemplo, entre 2006 y 2007, “numerosos derrumbamientos de taludes, desprendimientos/derrumbamientos de rocas, desprendimientos de tierra, aludes de tierra, etc., que provocaron frecuentes cierres de tráfico”. Otra época de lluvia, entre 2007 y 2008, “se llevó por delante la vida de cuatro personas, con derrumbamiento de talud, y al mismo tiempo cortó la circulación durante 60 días causando congestión en el abastecimiento de bienes hacia Santa Cruz, todo lo cual no hizo más que agravar el mal estado de la economía boliviana”.

Japón, que mantiene relaciones diplomáticas con Bolivia desde hace 110 años y que desde hace 125 ha visto partir a varios de sus ciudadanos rumbo a tierras bolivianas –este 2024 se celebran ambos aniversarios, así como los 70 años de establecimiento de la colonia de Okinawa, en Santa Cruz— ha escrito muchas páginas ya bajo el título de “apoyo a Bolivia”. Ahí está, para el ejemplo, el aeropuerto de Viru Viru que se construyó con un crédito japonés, deuda que finalmente fue condonada. Y, de más reciente data, allí se encuentra la carretera de Okinawa con una parte asfaltada y la otra de tierra: la que está concluida es la que Japón financió, mientras que la inconclusa recuerda el incumplimiento de las autoridades del nivel central y departamental que no dan señas de actuar pese a las protestas de los vecinos de Cotoca y de municipios del Norte Integrado.

La ruta nacional 7, que une Santa Cruz con Cochabamba, es parte de los corredores de exportación de Bolivia. Entre Samaipata y Mairana se levanta ahora una obra de ingeniería civil japonesa.

Proteger para develar

La obra de prevención de desastres es, en pocas y empobrecedoras palabras, un muro de contención. Pero no es un solo muro, sino 33 puntos de intervención, además de que hay que ver las obras irrumpir de pronto en el paisaje natural, ondular, acomodarse a la superficie de rocas, tierra y vegetación para entender que esas tres palabras pueden ser mucho más que la obra de albañilería que se suele ver en ciudades como La Paz.

Estéticamente, las estructuras llevan a pensar en Christo, el artista de las obras efímeras que solía intervenir inmensos monumentos culturales y naturales. Este muro no es efímero, ciertamente, pero igual que la tela sobre el Reischtag alemán o el nylon en las pasarelas del Parque Loose de Kansas City –que debió luchar contra la fuerza del viento– logra algo extraordinario: cubrir para develar.

Los cuadrados en los que se articula el concreto no obligan al cerro a encorsetarse, a desaparecer tras la regularidad de un muro, sino que lo abrazan en sus sinuosidades, sus hendiduras y abultamientos. Hay lugares en los que asoman enormes piedras, otros en los que destacan mallas de protección de acero, otros más en los que asoma el verde de la vegetación. 

La sensación estética responde, sin embargo, a objetivos técnicos. Como explica Takuma Momoi, primer secretario de la embajada asiática, Japón está expuesto a desastres naturales, como los terremotos, lo que motiva a sus científicos a buscar soluciones. 

Transferencia de conocimiento

En el informe de JICA se explica que “el Gobierno de Bolivia ha venido intentando realizar obras de rehabilitación posterior a desastres y mantenimiento de carreteras contratando constructores locales, sin embargo por carencia de tecnologías avanzadas para obras de contramedida y por limitaciones presupuestarias (…), no se han podido realizar intervenciones para prevención de desastres”. Algo que “hace pensar que es imprescindible recurrir a técnicas japonesas para construcción de caminos seguros y resistentes frente a desastres naturales”.

Eso es lo que se ha realizado en la Red Vial Fundamental 7, en tres secciones próximas entre sí e identificadas como 11 (60 metros longitudinales), 18 (223 m) y 19 (298 m). En el proceso de estudio y construcción se ha transferido tecnología desarrollada en Japón a personal de la ABC y a estudiantes de Ingeniería Civil de la Universidad Gabriel René Moreno. Kato Toshihiro, segundo secretario de Cooperación para el Desarrollo, expresa la esperanza de que las técnicas se repliquen para prevenir desastres en otras vías bolivianas. 

En la parte alta de las estructuras, que según el sector de que se trate alcanza 60 metros de alto, más y menos, asoman árboles, algunos muy pequeños todavía, que se suman a las técnicas para prevenir derrumbes. No hay azar en este trabajo, pues fueron precisos estudios de campo y consultas con biólogos de las universidades de Santa Cruz y Cochabamba para elegir la vegetación más apta.

Algo más. Está prohibido escalar el muro, como se advierte en placas ubicadas en distintos lugares visibles. No cabe sino envidiar al viento que puede trepar por la mole y entretenerse desafiando una creación humana que, como las obras de Christo, sorprende, fascina e interroga.

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