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Lucas Achirico en 1993, obra Colón. |
Luego de casi tres décadas
como miembro de Teatro de los Andes, el actor dejó Yotala en 2018 para iniciar una nueva aventura
en Polonia. La presente nota se hizo aquel año, anunciando su partida y haciendo el recuento de su vida y carrera.
Mabel Franco, periodista
En
2004, Lucas Achirico y su compañera, la polaca Danuta Zarzyka (Danka),
alquilaron una pequeña casa en Yotala, el pueblo separado por el río
Cachimayu de la hacienda Lourdes, de Teatro de los Andes. El joven, que así daba
un paso más para hacer su propia vida que, desde fines de 1991 –a sus 17 años-
se había ido forjando dentro del grupo encabezado por César Brie y Paolo Nalli–,
recuerda que estaba contento de vivir en un lugar apacible como Yotala.
Pronto les llamaría la atención los casos de violencia intrafamiliar, que investigaron, lo que les llevó a proponer al grupo una obra teatral al respecto. Alice Guimaraes cuenta: "Todo el grupo abrazó la idea de Lucas y Danka. En un primer momento nos reunimos ellos, Gonzalo (Callejas), Daniel (Aguirre), Teresa (Dal Pero y yo, por un mes y medio, y trabajamos creando imágenes e improvisaciones sobre el material investigado por Danka y Lucas. Cuando César volvió (había estado en Italia), se le entregó este material filmado y entonces él escribió el texto y empezó el montaje con todo lo que habíamos creado". Así surgió "¿Te duele?".
La partida a un Viejo Mundo
Hoy,
25 de agosto de 2018, un Lucas listo para cambiar de residencia, para irse a
vivir a Polonia junto a Danka y sus hijas Naomi y Misha que se le adelantaron
un poco, revisa sus recuerdos. Y afirma que esa obra puesta en escena a la
manera de un cuadrilátero de box es la que considera su mayor aporte. “Y,
¿sabes?, cada creación de grupo de la que participé (desde "Colón" que marcó su debut hasta "Un buen
morir", que ha musicalizado) es como un hijo. Cada obra tiene una historia muy
fuerte. En alguna quizás aprendí más, en otra logré entrar de nuevas maneras;
pero en la que busqué más allá fue en esta de la violencia doméstica de la que
yo mismo probé en mi adolescencia, tras la separación de mis padres y la
presencia de un padrastro”.
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Achirico y Danka interpretan "¿Te duele?". Foto: Página Siete |
Esos
gringos
Lucas
nació en la mina Chojlla. La madre migró a fines de los 80, ya sin esposo y con
dos hijos varones, a La Paz. Pronto, la familia se instaló en El Alto y allí el
pequeño Lucas comenzó a soñar con la música, inspirado por el grupo folklórico
que había formado su hermano mayor. El adolescente asistía a un centro de ayuda
para chicos con pocos recursos o huérfanos, dentro de una iglesia evangélica,
“y me empecé a meter en la música, pero noté que había muchos límites para
hacer cosas debido al pensamiento de esa Iglesia”.
Un
amigo que trabajaba como mensajero de la Asociación de Familiares de Detenidos,
Desaparecidos y Mártires por la Liberación Nacional (Asofamd) consiguió la
primera oportunidad para tocar en público. Lucas, de 14 años, y unos compañeros
de igual edad, “teníamos cinco temas preparados y los tocamos en esa reunión;
nos pidieron más y tuvimos que explicar que era todo. La señora de Asofamd nos
animó: Toquen todo de nuevo y nos aconsejó ir a unos talleres en El Alto”.
Luego
de mucho buscar por la zona 16 de Julio, los muchachos llegaron al lugar
indicado, que resultó ser el Hogar Albergue Para Menores Abandonados (HAPMA)
que dirigía el suizo Stefan Gurtner.
“Me
relacioné con chicos que tenían experiencias de vida en la calle, un estatus,
formas de manejarse, todo lo cual me era desconocido. Yo era calladito, pero me
aceptaron por la música y porque jugaba muy bien al fútbol”.
A
fines de ese año se dio la oportunidad de viajar. Músicos y mimos de HAPMA,
unos 30 muchachos, recorrieron las capitales de departamento. “Así comencé a
conocer el país y a saber lo que implica tener un grupo”. Lucas tocaba charango
y algunos instrumentos de viento que había ido aprendiendo con sus tres amigos
del colegio, con quienes también armó un conjunto y selló un trato: nunca iban
a tomar alcohol. “Esto me marcó”.
Otra
marca que pudo ser terrible fue la de su padrastro, con quien no se llevaba
bien. “A mis 15 años me le planté y supe que la relación iba a terminar mal. Yo
tenía una carta bajo la manga: el hogar de Stefan, donde terminé por pedir
acogida a mis 16. Fue entonces que, en un viaje que hicimos a Sucre, para
presentarnos en el teatro 3 de Febrero, me vieron César Brie y Naira Gonzales”,
la pareja fundadora, con Nalli, de Teatro de los Andes
Era
fines de 1991. Se le acercaron y le preguntaron si le interesaría asistir a un
taller. “Estaba deseando dejar La Paz. Había perdido el año escolar y había
roto la libreta”. Así que aceptó, creyendo que dicho taller sería de música.
En
marzo de 1992 se integró al grupo como becario. El taller se dictaba en el
Teatro Gran Mariscal y asistían como 20 personas, algunas de Sucre y otras de
Argentina, España e Italia. “Mi primera impresión fue ‘dónde estoy’. Al
principio confundía a los barbudos: César, Paolo, Filippo, Emilio, todos me
resultaban iguales”.
Y
así “descubrí el teatro”. Todo lo que se hacía allí “me gustaba, pues si bien
no se aprendía música, todos tocábamos instrumentos, cantábamos, además que
hacer acrobacia”.
La
nostalgia no faltaba en el ánimo de Lucas, el aymara. “Yo trataba de animarme
viendo que había gente que venía de mucho más lejos, pero igualmente me sentía
triste al no reconocer las cosas que me rodeaban. Por suerte, allí estaba
Gonzalo Callejas, otro adolescente boliviano de origen quechua que había
aceptado ir al taller creyendo que era de carpintería, y “nos hicimos muy
amigos”.
Un
alumno de la vida
Lucas
tenía toda la intención de volver al colegio. De hecho, pasó clases “en el
poderoso Junín y el poderoso Monteagudo, de Sucre, por medio año”. Luego, fue
transferido al colegio Santa Rosa de Yotala. La directora era una monja
argentina que recomendaba a Lucas que estudiase mucho. Un mes después llegó la
hora de hacer la primera gira nacional, de manera que para conseguir el
permiso, César ayudó a armar una carpeta con recortes de prensa sobre el grupo.
“Fuimos juntos y entramos a la dirección. César habló de la gira y entregó la
carpeta que la directora no quiso ni mirar y que tiró al piso. Se armó un lío
de tal magnitud que yo recuerdo las caras de mis compañeros de curso mirando
desde el segundo piso totalmente asustados. Nos salimos y ahí terminó mi vida
académica”.
Lucas
habla italiano y algo de inglés. Su castellano es rico en vocabulario, como
debe serlo su aymara. Conoce más del mundo que un boliviano promedio, así de
harto ha viajado como parte de Teatro de los Andes. “Pero he aprendido mucho
más con las personas que han pasado por este lugar (la casa del grupo), por el
intercambio de información, las charlas como la de hoy en el almuerzo sobre el
embarazo adolescente. Y con cada obra, cada tema, cada discusión, cada película
que veíamos. Para cada obra necesitábamos investigar como para una tesis”.
¿Y
la música?
“En
un primer momento estuve dedicándome a leer y a aprender más de la guitarra, el
violín y el chelo. Pero somos un grupo de teatro y lo que hicimos es explorar
todas las posibilidades del cuerpo. En ese sentido soy también un músico, pero
igual siento que me falta mucho, aunque es cierto que aprendí recursos, modos
de abordar la música, que puedo plasmar ideas e interpretarlas”.
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Lucas Achirico en Yotala, 2018. Foto: Mabel Franco. |
El
ejemplo último es el trabajo de Lucas para "Un buen morir", obra concebida e
interpretada por Gonzalo Callejas y Alice Guimaraes, en la que la música es una
protagonista más. “Como es la primera obra de grupo en la que estuve fuera,
hice el trabajo musical más objetivamente. Cuando vi el material propuesto por
mis compañeros, reconocí muchas cosas que habíamos trabajado en otros talleres.
Esos impulsos me hicieron tomar el rumbo y compuse todo, menos una pieza que
conocíamos todos y que apareció otra vez”.
Esa música pregrabada ha puesto a prueba los
conocimientos de Lucas para componer con la computadora. Es otro universo que
explora y que forma parte del equipaje que se lleva a Polonia y que piensa ir
desempacando poco a poco, a medida que vaya aprendiendo el idioma.
“Voy a extrañar mucho mi vida aquí; pero la decisión
está tomada. Es Naomi, mi hija de 15 años, quien me ha llevado a aceptar lo que
mi compañera Danka me estaba pidiendo hace tiempo. Naomi canta –su madrina en
este sentido fue Teresa Dal Pero, exintegrante de Teatro de los Andes (fallecida en 2021)- y ya no
hallaba oportunidades para seguir aprendiendo en Bolivia”.
Lucas está convencido de que el alejamiento es geográfico. “No es una separación de Teatro
de los Andes; voy a ver si puedo generar proyectos desde allí para seguir
aportando”. Luego de 27 años en el grupo, dejarlo no es fácil. Por eso, Lucas
Achirico afirma convencido: “No estoy dejando, más bien me estoy llevando
mucho”.
Nota publicada en Página Siete, septiembre de 2018.