martes, 25 de agosto de 2015

Las criadas se quedan en el sótano nomás




Mabel Franco, periodista


¿Para qué hacer teatro? ¿Por qué se elige cierta obra para representarla y no otra? ¿Qué se quiere decir con ella?, ¿a quiénes? ¿cómo? Las preguntas son inevitables y que así sea es quizás el mayor mérito de Las criadas, obra de Jean Genet que Leonel Fransezze y Fernando Arze acaban de presentar en La Paz.
¿Qué puede haber movido a directores y actrices para echar mano de esta obra escrita en el París de mitad del siglo XX? Uno de los directores, Fransezze, lo explica así: “La inquietud de  montar Las criadas me  ha surgido porque veo que aunque haya sido escrita en 1947, podría haber sido escrita tranquilamente en Bolivia, en el 2015” (PáginaSiete).
Habrá que comentar al respecto que ese “tranquilamente” no halla correlato en la puesta aterrizada en el teatro Nuna, pues nada más distante en su aspiración de transmitir algo, que una obra “clásica” a la que se tiene tanto miedo o respeto que el director olvida su rol de lector, de traductor, de intérprete no de diálogos, de palabras, sino de sentidos contenidos en ellas a la espera de ser descubiertos para encarnarse como si fuesen dichos para la gente de hoy.
El mayor problema de estas criadas es que se han quedado atrapadas, con patrona incluida, en un tiempo y un lugar que las hace patéticamente anacrónicas. ¿Que así se sentían las sirvientas parisinas? ¿Que así eran las patronas? Qué pena por ellas, pero qué tengo que ver con ello.
No se trata, por si acaso, de convertir a los personajes de Genet en trabajadoras del hogar a la boliviana. No. Se trata de entender el drama humano planteado por el dramaturgo más allá de la anécdota del rol doméstico de las hermanas Claire y Solange. Lo que la obra saca a flote, desde los sótanos de sociedades en las que la desigualdad entre personas está naturalizada, son las tragicómicas contradicciones: oprimidos que aman al opresor porque detenta un poder que quisieran para sí; oprimidos que odian del opresor sus muestras de caridad; oprimidos que se detestan entre sí porque no soportan  la propia miseria; opresores ciegos y sordos respecto de lo que se cocina en su propia casa… Y hay más, mucho más que está en el texto de Genet a la espera de ser descubierto con el espectador del 2015.
Ambiente
La puesta tiene otro problema no menor. Las formas no aportan: la escenografía barroca por la acumulación de objetos no es coherente. Se supone que debe haber lujo deslumbrante en el que las criadas se revuelcan con la impotencia de quien quisiera ser pero no es. Así, una araña de verdad pende de las cabezas de las protagonistas (cortesía de una empresa auspiciadora), hay silla, canapé, teléfono de los antiguos, radio cuyo sonido llega de otro lado que no es el aparato, mullida alfombra capaz de anular el efecto de una silla tirada al piso en un acto de ira… Y a la par hay un espejo imaginario, un marco que debe dar idea de puerta y otro de una ventana hacia el París exterior… Puestos unos objetos al lado de otros, se anulan y en lugar de expresar se quedan ahí, como adorno: o se es naturalista o se es simbolista o se es algo que ayude a decir más que lo que las palabras y las actuaciones alcanzan a expresar.
Actuaciones
Y están las actrices, el corazón de la obra. Las tres, Mariana Vargas, Paola Oña y Patricia García, con trayectoria y logros. Por ello mismo sorprende el desempeño de las dos primeras, incapaces de encarnar a personajes; apenas caricaturas recitando textos que no tocan sensibilidad alguna en el espectador. Las carcajadas con que inician la obra dan ya mala espina: forzadas, falsas… y no por razones de puesta, sino por ausencia de dirección.
Esa misma ausencia, que en el caso del desempeño de Patricia García podría despistar, hace que tremenda actriz como es ésta justifique toda la obra, cierto; pero no es la idea. Su exultante paso por la escena podría funcionar como recurso para mostrar los universos paralelos que habitan ”la señora” (algunos directores hay elegido a un hombre para encarnarla) y las criadas Solange y Claire; pero como la contraparte, las criadas, no alcanzan el tono, el tedio se apodera del antes y el después de la aparición de García. Con lo que la obra pierde, con lo que la fuerza de la denuncia, en el sentido de reclamo contra las construcciones sociales deshumanizantes, se queda nomás en el  sótano.
Un último apunte: no es grato ver teatro desde mesas al estilo café concert.

Ficha técnica
Título: Las criadas (Les bones)
Autor: Jean Genet
Dirección: Leonel Fransezze y Fernando Arze
Actrices: Patricia García (La señora), Mariana Vargas (Solange), Paola Oña (Claire)
Producción: Macondo Art