Mabel Franco, periodista
¿Es el amor un pacto? ¿Es posible
establecer cláusulas para un sentimiento? Si se lo piensa, ¿no existe? ¿Qué
papel juega la neurofisiología en el amor y en la pasión? ¿Es posible manejar
las variables químicas del enamoramiento para dominarlo? En definitiva, ¿se
puede amar y ser libre? Porque de esta posibilidad o imposibilidad trata en
verdad “El pacto”.
Camila Urioste se ha preguntado
al respecto y ha llevado sus dudas al drama. Era preciso, claro, el salto al
escenario y el director Fernando Arze asumió el trabajo junto con los actores
Andrea Ibáñez y Bernardo Peña. La química ha funcionado, hay que decirlo de
entrada, si no para cuestiones del amor, sí para el teatro y el resultado es “El
pacto” que se presenta en Espacio Nuna de La Paz.
Quizás de inmediato, los humanos,
en tanto seres amantes y amorosos, se sientan tentados a dar respuestas del
tipo “el amor es la libertad” o “el amor no puede ser explicado” y cosas así. Además,
qué tema manido el del amor. Pero no es la respuesta la que interesa tanto en “El
pacto”, sino la duda misma en tanto obliga a indagar en las propias
incertidumbres y miedos de una manera distinta y, por ello, capaz de
sorprender.
Una joven mujer tiene una
hipótesis que probar y para ello atrae, una noche en un boliche, al sujeto del
experimento. Este sujeto no puede ser más distinto a ella: pura emoción, puro
sentimiento. El juego seguirá su curso dejando asomar pronto las
contradicciones, las inseguridades de uno y otro, y, quién sabe por qué proceso
físico o no, dejando aflorar ese amor que, de todas maneras, no es garantía de eternidad;
pero tampoco de muerte, de no-elección.
Unas sillas dispuestas en el
escenario sirven a los personajes como elementos clave para narrar y para
revelar ante los ojos del espectador la evolución de sus ideas y sentimientos. En
principio están frente a frente, luego van a ser movidas para tender puentes,
para crear intimidad, para volver al principio, para constituir laberintos y levantar
barreras. Igualmente, una proyección de imágenes en movimiento o fijas ayuda a
sustituir palabras, a amplificarlas o a contradecirlas. Todo suma para que la
historia no se quede en una simple anécdota, sino en un tema humano con
múltiples sentidos. Y esto es lo que gana un buen texto cuando se traslada a un
espacio en el que el espectador se siente desafiado a buscar.
Por supuesto, nada tendría valor
sin los actores. Ninguno de sus personajes es el mismo al final. Hay un proceso
de maduración, de cambio, que se siente más que en las palabras, en el tono, en
las actitudes, en los movimientos. Algo ha pasado en la escena, un universo ha
sido encerrado en tiempo y espacio y como espectador se ha podido ser parte,
casi tocar ese clima que hasta da miedo romper con el aplauso.
La música es, en todo esto, lo
menos acertado. Mucho y muy alto por momentos, al grado de haber anulado las
voces, por ejemplo en la escena del boliche. Más silencio aportaría a la magia.
Urioste, de quien hace poco se
vio también “El crimen”, dirigida por Miguel Vargas, confirma su lucidez y el
enorme valor añadido de una escritura pensada para la escena. Ibáñez sorprende
como actriz llevando adelante una obra que recae sobre todo en su personaje. Peña, el actor boliviano que en breve retornará a Estados Unidos, donde radica
desde muy joven, se hará extrañar aunque no sea sino por este papel en el que
su naturalidad crea un personaje entrañable. Y Arze desmuestra sus cualidades para la dirección, que confirman lo que ya permitió vislumbrar con "Arte" este mismo año.
Ficha técnica
Título: El pacto
Dramaturgia: Camila Urioste
Dirección: Fernando Arze
Actuación: Andrea Ibáñez, Bernardo Peña
Asistencia de dirección: Brayan Chávez
Fecha de estreno: Octubre de 2013, La Paz